Relajadas, previsoras, independientes y autodidactas, con el tradicional manual familiar bajo el brazo, Ana Marta Ruffa, Sabrina Rodríguez y Feliciana Loyola, abuela, madre y nieta comparten un espacio que encanta a la mayoría de las mujeres. El negocio de ropa que creó Ana Marta Ruffa, hace más de 34 años es un lugar de amigas, encuentros y donde las tres se desarrollan en armonía a través de la moda.

Celebrar este día, es conmemorativo de muchos ejemplos de mamás que pueden existir a lo largo y ancho de nuestra provincia. La idea no es sencilla para encontrar tres generaciones y mujeres que en su interior cargan los mismos valores de vida y un gusto común. Un mundo fashionista pero con alma, sentimiento y profundo respeto es lo que une. Es casi una herencia de familia el mundo de los negocios para mamá Ana y su hija Sabrina.

Ana recibe a Revista Oh! en su local nuevo vestida impecable, moderna, casi como una ceremonia a la cual le rinde culto. Es que ella lleva muchos años dedicada a esto y, así como toda mujer adulta espera la charla en perfectas condiciones. El negocio es un salón inmenso, donde el mundo femenino está representado en todos los elementos y objetos. Sillones cómodos , percheros, luces, espejos, estanterías y mesitas modernas para el cafecito, mate o té, para recibir con una cálida bienvenida, un lugar que va más allá de ser solo un local de ropa.

Abuela, madre y nieta con cafecito de por medio y la merienda para Feliciana, la nieta de Ana de 7 añitos, se disponen a una charla solo de mujeres.

Lógico que la pregunta casi indispensable fue: Ana, ¿Tú madre te inculcó el amor por la ropa?

"No mi mamá era cero pilchera, en realidad es de familia, pero mamá no tuvo que ver con esto. Mi abuelo paterno era sastre y una tía me enseñó todo lo artesanal, a tejer, bordar y coser. Desde bien pequeña recuerdo que siempre soñaba con telas, estampados, modelos, era mi locura. Trabaje primero con mi padre y mi tío, luego vendiendo relojes, joyas y cuanta cosa que me gustara y al parecer lo hacía bien porque la gente empezó a tenerme en cuenta y me buscaba. Antes de vender ropa fui casi toda una artesana ya que me dedicaba a tejer al telar, tejer a dos agujas, y pasaba horas con los trapos en mis manos confeccionando, diseñando y hasta teñía para ver los resultados. Mis amigas me pedían que les ayudara con los dibujos de diseños para llevar a sus modistas. Días y horas con la máquina de coser haciéndole ropa a mi hermana más chica, ella era mi maniquí. Así transcurrieron en forma resumida mis primeros años, mi padre me llevaba a Mendoza para vender mis creaciones, era muy tímida pero con los años fui aprendiendo a su lado.

Es después de tener a mi tercer hijo, cuando nace Ana Arte, que su nombre evoca los tiempos de artesanías y mi nombre. Aquí entra en acción Sabrina, su hija mujer, licenciada en Psicología, mamá de Feliciana que también acompañó a su mamá y abuela en la tarde de historias. Sabri como la llama su mamá, reparte su tiempo entre su familia, la psicología clínica y el negocio. Y, esperando su turno para hablar dijo: "Recuerdo que más o menos tenía 7 años, cuando mamá me llevaba al local "El Almacén de Ani", que era de venta de accesorios, imaginate me enloquecía, trabas, coleros, bolsitos, etc., esperaba los sábados con ansias para ir allí. Luego fui creciendo y siguieron los emprendimientos como Sólido, Andreolo y Ana Arte. Hoy reparto mi tiempo entre mi pasión la psicología y la venta en el local. Disfruto mucho en el negocio ya que la ropa tiene que ver con el poder elegir, qué ponernos y cómo vestirnos, y esto tiene que ver en cómo nos sentimos y qué nos queda mejor. Entonces acompañar a las clientas a que se descubran y que encuentren lo que les gusta y se sientan felices, es mi metier. En realidad pongo mucho de mi profesión, el negocio me nutre y me hace sentir plena conmigo misma. Con mamá tratamos que el negocio sea un lugar de encuentro, de amigas, de compartir gustos, de charlas, de asesoramientos, de encantos, que va más allá de lo frívolo. El éxito de nuestra relación es que nos respetamos mucho, cada una tiene un estilo y una personalidad distinta, que a la hora de seleccionar algo, aprendimos a escucharnos.

Ana interrumpe y dice que su hija "Es la sangre nueva, es importante porque debo dar lugar a la experiencia, es otra generación, que también es bienvenida porque aporta en lo humano y racional a la vez, pero con los mismos códigos y ética de vida. Ambas comulgamos que desde la adolescente hasta la señora mayor salgan del negocio contentas y felices. Asesorar, acompañar, sostener y contener es el desafío de todos los días y entre nosotras también.

Los viajes a Buenos Aires en busca de la ropa y las colecciones son un placer para las dos, son momentos de compartir y nutrir la relación madre e hija, mimarnos, disfrutar y aprender. Esto no quiere decir que no tengamos diferencias, pero siempre se saca una enseñanza. Por eso, mi mamá es mi guía, mi compañera, mi aliada, mi luz, porque también a pesar de mis 40 años yo continúo aprendiendo de ella mucho. Y, Ana replica, Sabri es mi todo, es la nena que está pendiente de mi, aunque mis hijos varones también, ella es la mujer, la compañera. Es una mamá con todas las letras y su familia es preciosa. ¿Y, Feliciana? Es la princesa de la familia, atenta de todos en casa, pendiente de su mamá. Es una nena encantadora, le gusta jugar, como toda nena de 7 años. Como mamá trato de cuidar su mundo infantil, no me gusta el consumismo, por lo tanto los valores de vida son los mismos que mi madre me inculcó a mí. Trato de acompañarla y respetarla. A ella le encanta jugar a la vendedora y pasa gratos momentos en compañía de su abu y mamá, hasta que le toca el horario de cumplir con sus ocupaciones extraescolares, como danza.

En mis años de profesión, continúa Ana quiero agradecer a la vida de trabajar en algo que me gusta y que no me resulta esfuerzo hacerlo. Quiero mucho a San Juan y pretendo colocar un granito de arena no solo en mi negocio sino en cada corazón de las mujeres que pasen por aquí+, concluye Ana Marta.