La psicóloga Adriana Furlani, terapeuta familiar sistémica con experiencia en el trabajo en equipo con pacientes que padecen distintas dolencias, sostiene que cualquier enfermedad -como así también cualquier otra situación que implica cambios drásticos en una rutina- es "una crisis”, la que puede superarse si se hace foco, entre otras cuestiones, en las emociones.
Con sus propias palabras la profesional define que "cuando la enfermedad hace su aparición en la vida de una persona, la situación se puede vivir subjetivamente de formas diferentes. Esto depende de la historia personal de cada uno, de los recursos emocionales con los que cuenta, de la capacidad para comprender la situación por la que se pasa, lo que le contaron, del soporte familiar y social y por supuesto que de cierta actitud propia o del estilo con que trata de explicarse y pararse frente a la crisis. Es así como la vida emocional se ve afectada por lo imprevisto, lo novedoso y lo progresivo que resulta de la situación de verse enfermo, sea la dolencia que sea y especialmente en algunos casos de extrema gravedad”.
Para la psicóloga el saber qué dolencia aqueja, molesta y perturba a una persona no es suficiente. En su visión global de la situación, debe haber un espacio de relevancia para las emociones que acompaña ese conocimiento, ese saber.
"Cada persona reacciona de alguna manera, positiva o negativa. Igualmente al entorno que acompaña. Obviamente que la realidad puede ser compleja, con hechos que nos llevan a explicar la situación de maneras diferentes: con optimismo o con pesimismo. Las emociones que surgen deben ayudarnos como una información disponible sobre qué podemos descifrar y lograr armonía. Esto nos puede dar la oportunidad de mejorar, de tomar conciencia, de revisar actitudes, de automotivarnos, entre otras opciones válidas para superar el momento”, pone el acento la psicóloga que es parte del equipo del Centro Integral de Psicoterapia que funciona en la calle Pasaje San Rafael al 1712 (oeste), en Capital.
Desde ya que una enfermedad expone a quien la padece a amenazas en su forma de vida habitual, su libertad y su bienestar por supuesto. Inclusive hasta su intimidad se ve perturbada. Todos estos parámetros alteran sin lugar a dudas el estado de ánimo de cualquiera, mientras que en personas sanas un estado de ánimo alterado es el causante de que sigan hábitos poco saludables que aumentan el riesgo de padecer una enfermedad o empeorarla. Esta relación, que no siempre se tiene en cuenta, pese a que puede ser un factor clave para mejorar el bienestar de los pacientes. Afortunadamente es una nueva visión que los profesionales de la salud mental están aplicando hacia aquellos que sufren diferentes dolores y padeceres, inclusive enfermedades terminales.
Pero esto no es todo. Hay avances científicos en boga que demuestran que el estado de ánimo influye inclusive en el mantenimiento de la salud general de la persona y lo que es peor aún, que si el paciente está deprimido -entre otros síntomas y antecedentes- seguramente demorará más tiempo en curarse o empeorará su diagnóstico. Por el contrario, aquel que tiene fe y optimismo, que está rodeado de afecto, tendrá más chances de mejorar.
"Los enfermos se sienten más vulnerables. Desde ya que esto depende de cada uno y hay que aclarar que por supuesto este no es necesariamente el estado permanente con que se toma un padecimiento. Lo que si es necesario es tener en cuenta que cuanto más rodeado de afecto se encuentre un paciente y cuanto mejor sea su ánimo, mejor sobrellevará la enfermedad”, sostiene la profesional que basa su postura en las lecturas y el estudio de autores como M. Mercé Conangla (quien escribió los libros "Crisis emocionales” y "El arte de transformar positivamente las emociones. La ecología emocional”, éste último junto a Jaume Soler) y el licenciado Hugo Hirsh (autor de la publicación "Congreso Internacional de Psicoterapia Contemporánea: cuerpo, mente y espíritu"), lecturas que recomienda a quienes pasan por estos trances que la vida pone en el camino.

