La noticia fue que obreros vivían en condiciones inhumanas en un campo de Buenos Aires y se lo denominó trabajo esclavo. Muchos porteños se impactaron por el hecho. Como si fuera de ahora. Pero los provincianos sabemos que viene de muchos años y que ahora se sabe porque hay más TV, diarios, más comunicación. Que los obreros golondrinas no tienen agua potable, ni baños, comen mal y duermen hacinados, lo sabemos todos los que estamos vinculados al campo. Que hay empresas que han mejorado las condiciones y los tratan bien también es verdad. Pero son muy pocas todavía.
Joaquín V. González, ministro del Interior de la segunda presidencia de Julio Argentino Roca, encomendó a Juan Bialet Massé en 1904 un informe sobre el estado de las clases obreras en el interior del país, hecho que evidenciaba una preocupación de la dirigencia por la problemática social.
El 30 de abril de 1904 presentó tres gruesos tomos de 400 páginas cada uno con estadísticas y estudios donde señalaba abusos o sistemas de explotación no adecuados y concluyó proponiendo el articulado del que posteriormente sería el proyecto de la Ley Nacional del Trabajo del mismo Joaquín V González.
Realizó el informe entrando a muchos rincones, a pie ,a caballo, en sulky, en barco, visitó talleres, recorrió estancias, establecimientos agrícolas ganaderos, penetró en tolderías indias, inspeccionó obrajes, bodegas, conoció yerbatales, manejó la pala, trabajó en trilladoras, fue peón albañil, taló bosques y fue testigo de abusos en proveedurías.
Frases
Quiero compartir algunas frases textuales de Bialet Massé en su informe.
"Son rarísismos los patrones que se dan cuenta que el rendimiento del trabajo es directamente proporcional a la inteligencia, al bienestar y a la alegría, sobre todo el obrero que las ejecuta, y no al tiempo que dura la jornada, cuando ésta pasa de un límite racional; y mucho menos los que alcanzan a comprender que manteniendo a sus obreros en la miseria, lo mantienen en la tendencia al vicio y al delito, que ellos pagan en último término".
"La obcecación patronal llega a la testarudez, al punto que hace inútil toda demostración real y material, como sucede en las trilladoras y en algunas manufacturas. Así, a un fabricante de calzado que mantiene la jornada de diez y media horas, porque la vió en una gran fábrica alemana, probé las ventajas de las jornadas de 8 horas y para halagar su vanidad le dije: Ya tiene ud fortuna, hágase un nombre, el mejor a que ud puede aspirar, el de benefactor de la humanidad, acortando de media en media hora la jornada, hasta llegar al rendimiento máximo. No ha querido, y ahora tendrá que llegar a ello por la fuerza de la huelga que se le impone, en una lucha estéril y dañosas para el obrero y él mismo. Este aferramiento a las rutinas y esta total ignorancia de la cuestión social y de la psicofisiología del trabajo, no es, exclusiva del aludido zapatero, desgraciadamente es general, que no he encontrado un sólo director de industria, ni un administrador de ferrocarril, que siquiera por curiosidad, haya abierto un libro sobre tales materias, y las palabras ritmo de trabajo, adaptación a la máquina, desgastes inarmónicos y demás tecnicismos, le son tan absolutamente extraños, que se ve que no tienen ni la noción de sí mismos como máquinas de trabajo y que jamás se han preocupado de saber cómo el alimento y la bebida que ingieren se convierte en trabajo".
"Muchos industriales me han dicho que era imposible plantear aquí la legislación del trabajo, que eso eran teorías de los doctores socialistas de Buenos aires, que no sabían lo que era un taller, ni una industria".
"El capitalista extranjero no ha mirado al país sino como campo de explotación pasajera y usuraria; ha entregado las gestiones a personas que no miran sino el alto dividendo, como medio de asegurar sus puestos, sin reparar en los procedimientos, cayendo no pocas veces en hacerlo redundar en provecho propio. Nada han hecho para mejorar el país, ni siquiera sus propias industrias; todos ven que el país progresa, pero a pocos se les ocurre preguntar ¿qué es lo que debiera haber progresado si esas administraciones no hubieran estrujado a sus propios obreros, no hubieran estrujado a la producción, a la que hacen cuanto pueden para no dejarle sino lo indispensable para que no muera?".
"Todos se han preocupado de preparar el terreno para recibir al inmigrante extranjero, nadie se ha preocupado de la colonia criolla, de la industria criolla, ni de ver que aquí se tenían elementos incomparables.
El obrero criollo menospreciado, tildado de incapaz, se ve como un paria en su tierra, trabajando más, haciendo trabajos en donde es irremplazable, y percibiendo un salario como para no morirse, y sufre que en un mismo trabajo se le de un jornal inferior, porque es criollo, a pesar de su superior inteligencia, de su su sobriedad y adaptación al medio, que le permite desarrollar energías extraordinarias y demostrar resistencias increíbles. Es cierto que adolece de defectos y tiene vicios arriesgados, pero no es su obra, ni es responsable de ellos. No se tiene en cuenta que durante 80 años se le ha pedido sangre para guerras extranjeras, y no sólo dio su sangre sino que le quitaron la que tenía. ¡¡Hábitos de ahorro y de acumulación!! ¿para qué? Y cuando servía en el campo bajo un régimen semejante a la servidumbre, con una disciplina casi militar, recibiendo escasamente lo indispensable para no morirse de hambre ¿Qué es lo que podía ahorrar? ¡Cómo no fuera la alegría de vivir! Y ahora mismo el vale maldito de la proveeduría le saca hasta la última gota de sangre. Sólo él ha podido conformarse con tal vida, es digo de admiración y no de desprecio".
Han pasado más de cien años y todavía estas cosas suceden y duelen en la Argentina.