Como mamá, como profesional y como simple observadora, Bárbara Argüello se resiste a aceptar que los chicos cada vez jueguen menos. En realidad, ella ‘hace campaña” para que los niños sigan ‘poniéndole el cuerpo y la cabeza” al juego creativo, motivador e imaginativo porque lo considera fundante no sólo para crecer sano y feliz, sino además para poder resolver los problemas que los adultos van encontrando a lo largo de la vida. Es por eso que desde hace un tiempo ya que creó diferentes espacios para ir a jugar y en esta nota explica su por qué.
-¿Cómo surgieron estas propuestas que llamás de recreación y movimiento?
Veo a muchos papás resignados e inclusive preocupados porque ven que sus hijos tienen todo tipo de juguetes y no los usan. Les da pavor que siempre estén aburridos cuando en realidad, el vacío que el aburrimiento provoca es productivo, genera en el niño un espacio para crear, buscar, les da la posibilidad de reinventarse y recrearse, algo que se repite a lo largo de la vida y en diferentes circunstancias por ende, es una opción para aprender a vivir. Pero al contrario, los padres llenan a sus hijos de actividades para que se cansen. Ante esta realidad, como soy instructora de gimnasia y a su vez, psicóloga, encontré en la propuesta de hacer un espacio para ir a jugar y a reflexionar sobre el juego, la posibilidad de fusionar lo que me gusta hacer y a su vez, de ayudar a otros a descubrirlo como un elemento fundamental para la promoción de la salud. No es terapia porque no se trabaja en un problema o patología puntual, sino que en estos espacios se disfruta del juego libre y creativo.
-¿Si los chicos no juegan es porque los adultos no les dan propuestas?
Los adultos nos hemos olvidado que somos transmisores del juego. Todos los que hemos jugado alguna vez tuvimos alguien -un abuelo, un papá, una mamá, un primo mayor, un vecino- que nos enseñó a jugar a la mamá y al papá, a la casita, al elástico, al tejo, a los juegos más tradicionales. Entonces, uno como adulto tiene que hacerse cargo de tener esa responsabilidad de enseñarle al niño a jugar.
-¿Quizás ahora es más cómodo, todo se delega en los juegos vinculados a la tecnología?
Es imposible luchar contra la tecnología porque forma parte del contexto en el que los niños viven. de todos modos, hay que tener en claro que cuando un chico de 3, 5 años, pide un celular, lo pide como un juguete. No lo pide para usarlo con su función de teléfono. Lo quiere para usar los jueguitos. Esto nos demuestra que el juego interno, esa semillita de la necesidad de jugar del niño, sigue intacta pese a los avances tecnológicos. De todos modos, no hay que descartar ningún juego. Pero si los chicos tienen que saber que hay diferentes modos de divertirse. Lo ideal sería que podamos repartir los tiempos para que tengan momentos para jugar creativamente, al aire libre, utilizando todo el cuerpo y que también tengan tiempo para usar la tecnología que por otro lado, también hace sus aportes, diferentes pero aportes al fin. En el juego de cooperación uno puede buscar un objetivo común, ayudarse, colaborar construir, mientras que en la play o la Wii eso difícilmente est{e. es solo pasar de nivel. No todo es competir y ganar.
-Da la sensación que el juego tradicional implica ponerle más el cuerpo
-Hay diferentes tipos de juego, inclusive en las escuelas se juega pero con una finalidad pedagógica. Yo propongo jugar por jugar para descubrir la calidad del juego libre. Ese que lleva al niño a agarrar dos piedras y convertirlas en Superhéroes. Ese es el verdadero juego. Pretendo que el niño no pierda la capacidad y el gusto por el jugar.
-¿Qué beneficios trae ese juego libre?
Todos. El jugar desarrolla la capacidad de imaginar, la creatividad, la socialización, el encuentro con el otro, el poder compartir un espacio común, modificar un ambiente, poder resolver situaciones o anticiparse a situaciones de vida cuando juega a la mamá, al papá, a la familia. desempeñarse en roles diferentes, forja la personalidad y la conducta de los actores. El juego es una posibilidad de generar cambios, aprendizajes y de facilitar interrelaciones sociales. Un niño que juega es un niño que a futuro tiene un montón de herramientas a su favor porque el juego le deja registro de las sensaciones que le genera: emocionarse, llorar, enojarse, reír, de sentirse que resuelve y que toma decisiones, de construir su propio mundo. Ese es el registro que queda guardado para siempre. Un niño que juega, es un niño sano, que sabe que él puede crear, imaginar, desarmar y construir, ganar o perder, transformarse, volver a empezar y en definitiva esto le sirve para toda la vida porque cuando uno es adulto tiene que recrearse y reinventarse todo el tiempo.
