Se ha dicho una y mil veces que la adolescencia es la edad de los cambios y las definiciones de la personalidad. Sin embargo, poco se ha difundido que esta etapa es clave para aprender a reconocer y manejar las emociones, que marcarán no sólo las relaciones humanas sino cada paso de cada persona, para toda la vida. Experta en Educación Emocional, esta profesora de Filosofía y Pedagogía además de doctora en Educación, apunta a develar estas cuestiones. En esta entrevista algunos de sus conceptos que si bien parecen naturales, es fundamental aprender a manejarlos, sencillamente para vivir mejor.

La adolescencia, con tanto cambio que implica, ¿es una etapa complicada para trabajar las emociones?

Es la etapa óptima porque justamente las emociones están a flor de piel y a su vez, es un momento muy fuerte de aprendizaje. No hay adolescente que no tenga interés por autoconocerse, por intentar comprender lo que le está pasando.

Justamente es la etapa donde pasan muchas cosas a la vez que uno no entiende, ni siquiera sabe lo que le pasa.

No saber bien qué es lo que pasa, también nos sucede a los adultos. Y eso es porque no hemos aprendido a identificar las emociones. A diferencia de los más jóvenes, a los adultos nos resulta humillante reconocer que hay algo que no

manejamos. El adulto asume que todo lo controla y que las emociones son cuestiones exclusivas de gente descontrolada, pero erróneamente no se da cuenta que a lo mejor esos problemas pequeños que tiene cada día, están influyendo las emociones. Es clave entender que el adulto es el modelo para el chico, como lo es la televisión inclusive o sus ídolos.

El adolescente, en cambio, tiene la facilidad de decir ‘soy adolescente y esto me supera, tengo que hacer algo”. Puede reconocer que tiene que aprender a manejar eso que no está haciendo bien.

¿Hay emociones propias de la adolescencia?

Hay una emoción muy propia que es la ira porque en esa etapa hay una rebeldía natural frente a la norma, frente al mundo adulto, hay una rebeldía en busca de la propia identidad. Y esa rebeldía está vinculada a la ira que es la emoción necesaria para ser capaz de comprometerse con su permanente lucha. Por eso el joven es el que tiene gran capacidad de compromiso en la lucha contra las injusticias sociales.

O sea que no siempre la ira es negativa

Todas las emociones son necesarias y brindan información fundamental para autoconocerse. Las emociones cumplen su función cuando se orientan al objeto adecuado. Por ejemplo, se necesita la ira para luchar contra una injusticia, pero hay que saber canalizarla, no se puede andar por la vida matando gente porque hay una injusticia. Hay que aprender a manejar esta ira para resolver la injusticia de manera que no dañe a otros, de manera que no sume injusticia a la injusticia. La mayoría de las veces, cuando un padre quiere corregir el error de un hijo, lo hace desde una ira desmedida. Entonces le suman al error, el agravio a la autoestima del chico porque lo insulta, lo golpea y la situación se vuelve más complicada. Al no manejar las emociones, se equivoca. Ese papá debería tener en cuenta que cuando a uno lo atacan, uno se cierra a la corrección. Lo mismo sucede en el trabajo, en las relaciones en general.

¿Las emociones se aprenden?

Se aprende a expresar la emoción, pero también se a regularlas e inclusive a reprimirlas. Esto último es lo que sucede en familias en las que está muy mal visto hablar de las emociones y eso es malísimo porque no se puede manifestar cuando uno tiene miedo o decir que algo le produce bronca. También se aprende el otro extremo: el mal concepto de sinceridad y de espontaneidad, que permite decir todo lo que siento y por ende andar por la vida hiriendo a todo el mundo que se me cruza por el camino. Hay que trabajar para aprender a reconocer que me estoy enojando y qué hago cuando me estoy enojando, cómo hago para no herir al otro o para poder decírselo de buena manera, en el momento oportuno. Hay que aprender a descubrir y comprender cuál es el objeto que activa tal emoción, cuál es la dinámica y las herramientas para manejarlas. Y por supuesto ponerlo en práctica. Es un aprendizaje sostenido durante toda la vida.

¿Qué se gana al manejar las emociones?

Uno aprende a vivir en paz consigo mismo y con los demás porque se relaciona de otra manera, sabe decir qué le molesta sin violencia, reconoce cómo poner límites, aprende a comprenderse y a resolver los problemas de manera constructiva. El tema es que las emociones se normalizan. Si una persona está habituada a enojarse por cualquier cosa y a vivir insultando, seguramente le parecerá ridículo que otra se moleste o se ofenda por su trato, que para ella es tan normal. Lo mismo pasa con la violencia, la agresividad, pero también con la alegría.

Siendo algo tan natural, ¿por qué no se aprende en la familia y en la escuela?

La familia está muy complicada porque no se sabe manejar constructivamente la crisis y la escuela llega hasta un cierto punto. Creo que esto es por la influencia moderna del Racionalismo Moderno que nos decía que lo importante es lo que pensamos y que las emociones son distorsivas entonces hay que dejarlas de lado. ‘Si tenés miedo, seguí para adelante. Si te da bronca, hacelo igual”. Pero aunque se reprima, se tape, se ignore, tarde o temprano va a salir esa emoción. En la modernidad se consideraba que las emociones eran algo tan complicado que nos impidan pensar. Hoy, en cambio sabemos que las personas que saben manejar sus emociones son mas creativas, pueden pensar mejor, pueden usar su inteligencia para resolver mejor los problemas.

¿Las emociones no siempre dependen de uno?

Son contagiosas por eso depende de las emociones que cultivemos en nosotros cómo será el clima emocional en nuestra casa, en nuestro trabajo, en nuestro ámbito.