Papá de Iván. Esposo de Marisel. Pero fundamentalmente un observador de las relaciones humanas y del camino que van marcando no solo en la vida de cada uno, sino en el destino de la sociedad. Sergio Sinay, quien tiene el poder de la palabra desde su profesión, llegará a San Juan, para hablar de la relación básica entre padres e hijos, de las responsabilidades y la acción amorosa que la implica. En esta entrevista, un adelanto de su propuesta.

– Viene a hablar de padres e hijos en tiempos difíciles. ¿En esta relación alguna vez hubo un tiempo fácil?

– Es un tema que nos golpea la cara todos los días. No solo dentro de las familias en el plano íntimo, donde está presente para quienes son padres conscientes, padres que no miran para otro lado, sino también desde lo social. Todos los días tenemos algún drama, alguna tragedia, donde están involucrados menores que desaparecen, que se pelean en la calle, chicos que se matan en las rutas porque manejan alcoholizados o drogados, peleas a la salidas de los boliches o en los recreos, ante padres que no reaccionan. Hay que decir que nunca la relación fue fácil. Lo que pasa es que cambian los tiempos pero no las dificultades.

– ¿Quizás lo que han cambiado son los estímulos?

– Lo que pasa es que para cada persona su tiempo es el más intenso, en cualquier aspecto, porque es el momento en que vive, en que tiene que tomar decisiones. De las dificultades que podrían haber tenido los padres de otras generaciones

anteriores a las nuestras, nosotros solo tenemos relatos o lecturas pero no la vivencia. Recién cuando uno es el protagonista uno dimensiona la intensidad. Pero esto no nos convierte ni en mejores ni en peores. Solo basta con imaginarse lo que era ser padre en la Edad Media cuando una plaga o una peste terminaba con una ciudad entera en semanas. Me imagino que esos padres tendrían una angustia terrible de ver que sus hijos se morían en sus brazos. O los padres cuando aparecieron los primeros autos, ¿qué habrán pensado? Que sus hijos ya no podían salir más a la calle porque ahora había una especie de monstruos de acero, con ruedas, que podían matarlos. O los padres de Hiroshima. La diferencia entre estos padres y los actuales, es que ninguno de ellos iba a desertar de cumplir su función, por más dificultad que se presentara.

-¿Será que ahora se exagera la dificultad?

-Hoy, ante una dificultad se deserta más rápido porque vivimos en una época de facilismo, de creer que con la tecnología se arregla todo, por vivir en un mundo dónde la virtualidad muchas veces reemplaza la realidad, en un mundo donde se han ampliado las zonas de confort reales e imaginarias, donde muchos padres quieren permanecer a toda costa en la adolescencia y piden a gritos que alguien se haga cargo de los problemas con sus hijos. Ningún padre de generaciones anteriores iba a esperar que alguien cumpliera su rol, lo cumpliera bien o mal. Hoy, en cambio, los papás esperan que las autoridades o la escuela le pongan un horario a los boliches o les impidan hacer previas con alcohol por ejemplo. Están absolutamente equivocados. Ellos son los que tienen que indicar el
-¿Por qué los padres les tienen miedo a los hijos?

-Creo que estos tiempos están resultándole muy difíciles a muchos padres porque ellos que crecieron con miedo a sus padres cuando eran hijos y ahora le tienen miedo a sus hijos cuando son padres. Es una generación de adultos que no sabe cómo es vivir como adultos y no saben lo que es vivir sin miedo, entonces quieren reparar su propia infancia desentendiéndose de la crianza de los hijos. Esto tiene costos altos porque se nos están muriendo los chicos, por causas absolutamente evitables como son los accidentes, la violencia, la sobredosis, que son claros síntomas de una ausencia de los padres en el cumplimiento de sus funciones. Los primeros educadores son los padres.

-¿Cómo viven los hijos ese miedo?

– El miedo de los padres les da a los hijos una sensación de poder que es un poder virtual y no real pero que ellos ejecutan de todos modos. A su vez, este miedo de los padres a los hijos les da la posibilidad de levantar todas las vallas que significan límites. Entonces estos hijos creen que en la vida se puede vivir sin límites. Lo trágico, es que tarde o temprano, la vida es la que pone los límites cuando no lo ponen los padres.

Hay un detalle que no es menor pero que a veces se pasa por alto: La relación entre padres e hijos es el único vínculo humano, de todas las relaciones humanas que podamos imaginar: parejas, amistad, sociedad, laboral, que se establece a partir de la concepción y que no es entre pares, hay una responsabilidad de por medio. Y esa responsabilidad es de los padres, que son quienes deben responder con acciones, con guías, transmitiendo valores, marcando el límite para la seguridad de los hijos, para que puedan desarrollar lo mejor de sí mismos.

-La segunda parte del titulo de su charla es: rescate y recreación de un vinculo esencial. ¿Hay que reinventarse a diario con los hijos?

-Claro. Estos vínculos con los hijos -como con la pareja- son vínculos de amor, que se trabajan a diario por medio de acciones amorosas. Esto significa que hay que actuar, tener actitud y ser amoroso porque ante todo hay que mirar al otro, registrarlo como un ser único, no como alguien que es una proyección de mi deseo, hecho a la medida de mis expectativas y mis sueños. No, es una persona que existe por sí misma, a la cual tengo que aprender a conocer, a respetar, a escuchar, a mirar. Esto no quiere decir que haya que darles todo, al contrario, implica que muchas veces haya que decir no. Decir no quiere decir educar con amor, no con autoritarismo, con violencia, es poner el límite.

-En este contexto, como interpreta lo que ha dicho el Papa Francisco hace unos días acerca de que no es tan malo dar un chirlo cuando es necesario…

-El Papa Francisco es medio afecto a los chirlos y las cachetadas. Antes había dicho que quién habla mal de la madre, se iba a llevar una cachetada y ahora les pega a los chicos. Yo creo que hay que ver situaciones y no generalizar: si un bebé va a meter los dedos en el enchufe, no tengo otro modo de explicarle que eso no se hace porque los efectos de la electricidad en su cuerpo pueden ser fatales, que inevitablemente pegándole un poquito en la mano. Pero claro que pegar no es lastimarlo es protegerlo. Yo creo que tampoco hay que convertir ese tipo de límite en la norma. El chirlo no puede ser la norma. Es un recurso extremo. Tampoco sirven planteos de límites diciendo que las cosas se hacen así porque lo dice "tu padre”. Una vez que se ha explicado todo, cuando ya se han dado todos los espacios para una discusión amorosa y sigue la rebelión del hijo, ahí sí es válido decir que esto se hace así porque "yo soy tu padre”. Y punto. No se discute más. El barco tiene que tener un capitán. Hoy hay demasiados barcos familiares a la deriva porque los capitanes no están tomando el timón. Hay que asumir la función y disfrutarla, es una responsabilidad enorme pero es única es otra forma de seguir jugando el partido de la vida.