Como en casa. Si bien la tarea de Alejandra Aranciva tiene más que ver con lo administrativo, ella se siente una “ladrillera” más totalmente integrada al grupo.

 

El 2016 fue un año difícil para Alejandra Aranciva. Tras un año de buscar trabajo finalmente encontró un lugar en la Unión Obrera Ladrillera de la República Argentina, UOLRA. Entró para desempeñarse con cuestiones vinculadas a la obra social del sindicato. La oportunidad fue según sus palabras “un descubrimiento” que le permitió conocer a la familia ladrillera desde adentro y de la que actualmente se siente parte.

“La minería me dio una chance y hoy lucho porque sea una actividad reconocida como se merece”, dijo Alejandra, respecto de una actividad que hasta el 2004, no era reconocida dentro de la industria minera.

Hoy hablar de ladrillos es hablar de minería, porque a través de la Resolución 106 de ese año e impulsada por la entonces Secretaría de Minería de la Nación, el ladrillo moldeado o cocido es reconocido dentro de la nómina de productos obtenidos a partir de minerales.

A partir de allí los ladrilleros comienzan a tener su espacio dentro de la actividad. “El ladrillero estaba proscripto, la gente lo trataba mal, a partir de allí los productores ladrilleros comenzaron a tener una legitimidad que antes no tenían”, explicó Alejandra.

Conocer el primer horno de ladrillos fue para esta mujer un impacto enorme. Allí entendió de sacrificios y penurias y también aprendió sobre los procesos del ladrillo.

“El ladrillero estaba proscripto, la gente lo trataba mal, luego los productores comenzaron a tener una legitimidad que antes no tenían”.

“Me enseñaron cómo se arma el barro, las ligaduras, proporciones, la temperatura del horno y todo lo que hay que hacer para no desperdiciar nada”.

“Me enseñaron cómo se arma el barro, las ligaduras, proporciones, la temperatura del horno y todo lo que hay que hacer para no desperdiciar nada, una mala proporción en el ladrillo y más hoy en día, puede llevar a perder una horneada de 10 mil ladrillos que son tres meses de sueldo”, detalló.

La experiencia que ganó en estos años la llevó a ocupar el “Área de la Mujer” del Sindicato, a través de la cual se gestionan aspectos sociales con la protección de la mujer ladrillera y sus hijos, en aspectos que incluyen la educación, por ejemplo.

“Lo que buscamos es que las mujeres ladrilleras tengan su reconocimiento, que sepan que tienen derechos y que son fundamentales en la actividad”.

“Siempre hubo mujeres ladrilleras, pero que estaban invisibilizadas para los propios varones e incluso para ellas mismas, lo que buscamos a través de charlas es que tengan su reconocimiento, que sepan que tienen derechos y que son fundamentales en una actividad que se caracteriza por ser familiar”, explicó Alejandra.

Es así que su desafío es luchar por una mejor calidad de vida para los ladrilleros aportando  desde su lugar en cuanto mejoras laborales, salud, tecnificación de procesos y capacitación.