-¿Cómo es esto de ser minero en Mendoza?

-Es muy complicado. En Mendoza nos han cerrado prácticamente toda posibilidad de exploración. Y los únicos que están vigentes son los dos proyectos que se ajustan a la ley 7.722 que es la que prohibe el uso de ciertos productos químicos que usa el resto de la industria, por supuesto, pero sólo a la minería se le prohibe usarlos.

-El cianuro prohibido para la minería pero no para la industria del plástico, por ejemplo…

-Para la industria del plástico, para la industria del vino, para la industria de la galvanoplastia, sí se sigue usando. Y el principal uso del sulfúrico en Mendoza es usarlo para el riego por goteo, y para el suelo. El sulfúrico se puede usar en la agricultura, pero no en la minería. Alrededor de la minería se han creado mitos que se construyen con la repetición, que se nutren con creencias, ignorancia, ideología y se expresan en frases de alto impacto, frases panfletarias. La realidad es más compleja, requiere información, requiere razonamiento.

-¿Advierte que en San Juan hay una posición más afín a la minería que en Mendoza, más allá de los ámbitos políticos, hablando de la gente común?

-Sí, entiendo que sí porque la gente está disfrutando en cierto sentido de lo que la minería deja. Y le voy a dar un ejemplo muy concreto y muy cotidiano: hace unos meses yo quería cambiar la heladera, fui a un comercio, había elegido por Internet la heladera que ofrecía esa cadena que está en todo el país, y me dijeron “si querés esa heladera, andá a comprarla a San Juan, allá la tienen”.

Hace algunos años era exactamente al revés, los sanjuaninos venían a Mendoza a comprar las cosas que no conseguían en San Juan. Ahora los mendocinos tenemos que ir a San Juan a comprarlas. Eso está hablando de la gran diferencia que está haciendo a todos los sanjuaninos el impacto económico de la minería.

-Bueno, en la vereda de enfrente están los que pintan graffitis en la calles sanjuaninas: “Los mendocinos son tontos, no quieren cianuro”…

-La “inteligencia mendocina” de prohibir el uso de ciertos productos químicos que usa el resto de la industria en Mendoza, lleva a que Mendoza se esté perdiendo de disfrutar un 42 por ciento de incremento del producto bruto geográfico. Parecen cifras nomás, pero cuando hablamos de eso estamos hablando de pobreza, de marginalidad, de trabajo infantil, de trabajo en negro, de hospitales sin fondos porque hay menos recaudación, estamos hablando de casos de triquinosis en el Gran Mendoza, enfermedades casi bíblicas que estaban abandonadas. Mendoza no disfruta de su economía, tiene una agricultura altamente subvencionada, está cayéndose la producción petrolera y si no encara nuevas actividades productivas, el no permitir el uso de esas sustancias, más que una viveza se convierte en una estupidez.

-¿Hay una interna económica en Mendoza, de bodegas y viñedos versus minería?

-Tenemos que recordar que hay tres grupos que han sacado ventaja de la anti-minería. Por un lado tenemos gente que lo hace por razones ideológicas, que se oponen a todo lo que signifique capitalismo. Después están los intereses económicos, porque cuando una empresa se radica en un lugar empieza a tomar mano de obra a la que califica, le da ART, jubilación, ropa, comida, transporte, vivienda. Esa gente cuando vuelve a la finca, que antes ganaba 800 ó 1.000 pesos, se pone en contacto con su entorno familiar y es como un factor corrosivo en las relaciones laborales en el campo. La agricultura no puede seguir ese piso salarial que le pone la minería. Y es así como algunas bodegas mendocinas apoyaron logísticamente los cortes de ruta. Y después están los intereses políticos que utilizan la anti-minería para dirimir intendencias, para hacer oposición política, o para ganar intendencias, como el intendente de San Carlos, o para acceder a la vicepresidencia, como el anterior gobernador (NdR: Julio Cobos).