"Tenés que ver el auto que se compró el vecino, ¿de dónde sacará la plata?".

"Yo no sé cómo hace para estar tan flaca, si de chiquita era horrible".

¿Quién no ha dicho o escuchado alguna de estas expresiones? Estos ejemplos, tratan de un modo ilustrativo de mostrar que la envidia es un sentimiento que todos alguna vez hemos padecido, y del que es difícil hacerse responsable. Este es un mal que afecta cada vez a más hombres y mujeres de todo el mundo.


Un pecado capital

Tradicionalmente, la envidia ha sido considerada uno de los siete pecados capitales. En este sentido, el filósofo Fernando Savater se refiere a la envidia como "la tristeza ante el bien ajeno, ese no poder soportar que al otro le vaya bien, ambicionar sus goces y posesiones, es también desear que el otro no disfrute de lo que tiene".

Para muchos la envidia forma parte de un entramado de instintos naturales, exactamente como el amor, los celos o la agresividad. En cambio para otros la envidia es un fenómeno que se adquiere en determinado contexto social, que empuja ese tipo de conducta y se transforma por lo tanto en la cara oculta de la competitividad, y constituye uno de los móviles que induce a los hombres a disputarse el prestigio y el poder, motivados por la idea de triunfar a "cualquier precio" en el seno de una comunidad donde nadie está dispuesto a ser menos que el otro.

Es un sentimiento que produce temores en los envidiados, cuando llegan a pensar que aquellos que lo envidian le quieren hacer un daño o quitarle algo.

¿Qué es lo que se envidia?

En ocasiones sentimos envidia de alguien porque admiramos sus virtudes, su suerte o lo bien que sabe desenvolverse en la vida. Desearíamos ser iguales en algún aspecto y lo tomamos como modelo para ir superándonos. La persona envidiada se convierte en nuestro estímulo y modelo a seguir, y actúa como motor para motivarnos y luchar por conseguir nuestros objetivos. En este caso hablamos de admiración, que consiste en la sabiduría de valorar a los demás, la cual no debe confundirse con la envidia.

Cuando el bien o los logros ajenos nos producen un profundo malestar difícil de controlar, la envidia puede llegar a ser muy destructiva, cargada de rencores y hostilidades hacia personas que no nos han hecho nada.

¿Qué es lo que anhela el envidioso? Savater dirá: "En el fondo, no hace más que contemplar el bien como algo inalcanzable. Las cosas son valiosas cuando están en manos de otro. El deseo de despojar, de que el otro no posea lo que tiene está en la raíz del pecado de la envidia".

Por último, podemos decir que la envidia está relacionada con la comparación con el otro. Y puede terminar por generar una guerra basada en dicha competitividad. Así es como encontramos gente que no tiene dinero para comer bien en la semana, pero sí invierte en autos ostentosos o ropa de marca, porque esos son los elementos "visibles" que despertarán envidia en los demás. No se trata de tener lujos auténticos o una verdadera buena situación económica, sino solamente estar en la vidriera para ser admirado.

¿Envidia "sana"?

No es correcto hablar de envidia sana y envidia mala. La sana sería admiración o reconocimiento de los logros y méritos ajenos. La mala es lo mismo, más el agregado de que se desea que el otro pierda lo que tiene, o que no pueda disfrutarlo. Al envidioso le molesta más lo que los demás tienen que lo que él no tiene. El ojo está siempre puesto en los demás más que en lo que él mismo haga para conseguir sus bienes (materiales o afectivos). La envidia detiene en la observación del otro. En la base de la envidia encontramos un sentimiento fuerte de competencia y la creencia inconsciente de que para que los demás nos amen debemos tener de todo y en abundancia. El juicio social y el de los pares pesan en demasía en estas personas. Se cree que la consistencia del "ser" la da el "tener". Como todos nuestros rasgos de carácter, tiene sus orígenes en los primeros tiempos de vida. Ayuda a fomentarla las creencias y las actitudes de los padres: cómo éstos valoran los distintos bienes (propios y ajenos), y el reconocimiento que le otorgan a sus hijos en sus diferentes logros en la vida.

Perfil del envidioso

El envidioso puede esconderse a través de una apariencia amable, acogedora y simpática y otras camuflarse en conductas de excesivo respeto, o excesiva admiración. Generalmente es una persona que se "alegra de los fracasos ajenos", "sufre con los éxitos ajenos", pero desaprovecha tanta energía que no es capaz de alcanzar sus propios objetivos. Considera que los demás consiguen las cosas con facilidad y sin esfuerzo. Es un sentimiento muy perjudicial para quien lo siente y muy peligroso para la persona envidiada. Lo que hace sufrir a un envidioso, más que un bien es la pregunta: ¿cómo él pudo y yo no? El envidioso tiende a idealizar la vida del otro, cree que por tener grandes cosas el otro es más feliz que él, cuando todos sabemos que los logros son inestables, y podemos tener mucho de algo y poco de otra cosa en distintos periodos de nuestra vida.

Ismael Benavides Cerros, en su artículo "La envidia", caracteriza al envidioso como aquél que "está acostumbrado a sembrar cizaña entre los amigos y parientes, haciéndose la pregunta ¿Por qué él y no yo? ¿Por qué ella y yo no? El envidioso se disfraza casi siempre de amigo, como el lobo de oveja, para causar daño en el momento menos esperado, pues es un ser astuto’. Savater dirá: "El envidioso siembra la idea ante quienes quieran escucharlo de que el otro no merece sus bienes. De esta actitud se desprenden la mentira, la traición, la intriga y el oportunismo".

El que envidia, sufre

Savater, afirma que se trata de "un pecado profundamente insolidario que también tortura y maltrata al propio pecador. Podemos aventurar que el envidioso es más desdichado que malo".

En ocasiones, ver a otras personas felices nos convierte en infelices y nos lleva a percibir nuestra vida de forma negativa. Esta disposición de ánimo origina una serie de reacciones negativas, que hace que el que la sufre tienda a aislarse de los que le rodean y tenga serias dificultades en sus relaciones interpersonales. Se producen cambios en la forma de enfrentarse a la vida, adoptando actitudes defensivas en algunos casos, y en otros se elige el papel de víctima.

Algunas personas envidiosas a veces se convierten en personas frías, altaneras, distantes, actúan con desprecio hacía los demás, etc. Otras, se dejan llevar por el desánimo, desarrollan complejos de inseguridad, sentimientos de ira, rabia, etc.

¿Cómo vencer este sentimiento?

Lo primero que hay que hacer es conocernos bien, descubrir cuáles son nuestras cualidades y ser conscientes de nuestras limitaciones. Es muy importante ser sinceros ya que, la persona envidiosa tiende a mentirse a sí misma y a los demás desvalorizando a la persona que admira. Se trata de reconocer que una opinión desfavorable sobre alguien puede ser producto de la envidia que sentimos. Luego, la envidia puede ser utilizada para explorar los propios deseos y las posibilidades de alcanzarlos, transformándose en el motor para alcanzar todo aquello que se desea.

Finalmente, debemos huir de la envidia obsesiva: la que no ayuda a crecer, sino que únicamente encuentra placer, no tanto en el propio éxito, como en el fracaso de los demás.

Las claves

Un grupo formado por psicólogos y economistas definieron tácticas que nos pueden ayudar a controlar este incómodo sentimiento.

Estas tácticas consisten en elegir cuidadosamente el entorno social, enfocar más directamente en nuestras propias habilidades y no observar sólo las del resto, buscar que la envidia nos ayude a mejorar y evitar las comparaciones en el ámbito laboral.

-Utilizar nuestra libertad para decidir qué personas queremos en nuestro entorno es esencial.

-Por otro lado, si uno siente envidia por los compañeros de trabajo más exitosos, hay que tener en cuenta que lo que realmente importa es el apoyo de la familia y de los amigos.

-Este tipo de envidia se encuentra muy relacionada con aquella amenaza radicalizada en el dinero. Quizás descubrir que un compañero de trabajo gane más dinero puede dañar nuestros sentimientos sobre esa persona.

-Hay que intentar que nuestra envidia nos movilice para poder superarnos a nosotros mismos y no al resto.

Por su parte, el ex monje budista Zen Josh Baran explica que "la envidia es una emoción tóxica que hay que intentar controlar".