Ya no es asunto solo del cine. Existen robots viajeros que crean su propia lengua, hacen mapas e imaginan. El proyecto de investigación “Lingodroid” de la Universidad de Queensland, Australia, experimenta con androides que andan libres con micrófonos y altavoces para comunicarse entre ellos.

Estos robots sobre ruedas, viajan libremente. Cuando llegan a un lugar que no han nombrado, generan al azar una combinación de sílabas que representan dicho lugar. Así, estos conquistadores cibernéticos bautizan y “fundan” sus propios lugares desconocidos y los incorporan al mapa.

Cuando ese robot se encuentra con otro le cuenta en qué lugares ha estado y le enseña las novedades del mapa. A medida que los androides viajan y hablan, van reduciendo el léxico de nombres de lugares hasta que generan un acuerdo mutuo sobre su mundo, y todos sincronizan sus bases de datos para adoptar como convención el mismo nombre de un lugar.

Durante sus expediciones, los robots generaron nombres de lugares como "kuzo" "jaro" y "fexo". Cada ubicación estaba perfectamente vinculada al horizonte del sonar y el localizador de rangos láser instalados en las máquinas. Esto permitió que los nombres se usaran como medidas de distancia y logró que los robots practicaran juegos que comunican distancia, duración de viaje y dirección.

Algunos juegos involucraban intercambiar sonidos, como el juego "ve a…" que se trataba de que los robos se reunieran en una locación remota. Así todos sincronizaban su encuentro en alguno de sus lugares recientemente colonizados por los androides.

Todo parece de película. Pero no es un libro de Julio Verne: los avances científicos han permitido que el poder del lenguaje creado por los androides esté empezando a cobrar relevancia.

Ruth Schulz, líder del proyecto, aseveró que continúan trabajando para lograr que los robots generen nombres y entiendan más nombres de lugares, además de hacer que su conocimiento geográfico sea más sutil.