En las vastas extensiones de Cuyo, donde las montañas se encuentran con el cielo y el sol arde con fuerza, se cuenta una antigua leyenda sobre el viento Zonda. Un viento cálido, seco y a veces violento que sopla desde la Cordillera de los Andes, trayendo consigo polvo, cambios bruscos de temperatura y una sensación de inquietud que recorre la tierra.

La leyenda narra la historia de Gilanco, un joven huarpe de gran habilidad para la caza. Gilanco era conocido por su destreza con el arco y la flecha, capaz de derribar cualquier presa con precisión mortal. Sin embargo, este don no iba acompañado de sabiduría ni compasión. Gilanco cazaba sin control, sin respeto por la naturaleza ni por la vida animal.

Un día, mientras Gilanco cazaba en las montañas, se encontró con una hermosa joven llamada Yastay. Yastay era una protectora de la naturaleza, una diosa que cuidaba a los animales y mantenía el equilibrio en el ecosistema. Gilanco, cegado por su arrogancia, intentó cortejar a Yastay, sin comprender su verdadera naturaleza.

Yastay, al ver la falta de respeto de Gilanco por la vida animal, decidió darle una lección. Con su poder, Yastay convirtió a Gilanco en un ave, para que pudiera ver el mundo desde la perspectiva de sus presas. Desde lo alto, Gilanco presenció el miedo y el dolor que causaba su caza indiscriminada.

Arrepentido de sus acciones, Gilanco suplicó a Yastay que lo liberara de su forma de ave. Yastay, conmovida por su súplica y su cambio de actitud, lo convirtió de nuevo en humano, pero le advirtió que nunca olvidara la lección aprendida.

Desde ese día, Gilanco se convirtió en un protector de la naturaleza. Enseñó a su pueblo la importancia de respetar la vida animal y de cazar solo lo necesario para la supervivencia. Y cada vez que soplaba el viento Zonda, Gilanco recordaba la furia de Yastay y la lección que le había dado, un recordatorio constante de la fuerza y la fragilidad de la naturaleza.

La Leyenda del Viento Zonda nos enseña sobre la importancia del equilibrio entre el hombre y la naturaleza. Es una historia de amor, furia y redención que nos recuerda que debemos respetar y cuidar el mundo que nos rodea.

El viento Zonda

En las provincias de Cuyo, a capricho entre los meses de mayo y octubre, corre un viento rastrero que sopla en llamas. Es un viento que seca los campos, deja a los ranchos sin techo, ahoga a los viejos y enloquece a los jóvenes que no resisten su influjo. “El viento de las brujas”, lo llaman, por el impacto que tiene en el ánimo de la gente: da languidez, angustia, dolor de cabeza, alergias varias y agotamiento súbito.

El viento Zonda toma su nombre de la quebrada en la que se hace fuego. Nace en el Pacífico, frío y húmedo, choca con las alturas cordilleranas generando lluvias y nevadas y, tras un brusco calentamiento, se abate sobre los valles andinos, calcina todo lo que vive y siembra entre los lugareños la sensación de que se tiene polvo hasta en el culo.

Como es desierto lo que abunda y el polvo brota de las entrañas de la tierra, el Zonda deja desgracia pero —y aquí viene la revelación—, también arrastra un mensaje capaz de iluminar a quien no es sordo a los clamores de lo que le hace bien al mundo.

El viento Zonda, entre realidad y leyenda

A veces llega despacito, como tanteando la tierra, midiendo sus pasos. Otras veces lo hace con gran espectacularidad con fuertes ráfagas que elevan la temperatura, voltean árboles y vuelan cualquier cosa, liviana o no tanto, que encuentre a su paso.

Cuando llega el Zonda corremos a cerrar ventanas y puertas, regamos un poco el patio de tierra y si podemos nos quedamos adentro, tratando de evitar los malestares que produce a nivel salud ya que al ser un viento muy fuerte y seco sus fuertes ráfagas levantan mucho polvo, produciendo afecciones en los ojos y vías respiratorias. Y aunque estemos acostumbrados, su llegada provoca síntomas de languidez, dolor de cabeza, depresión y falta de coordinación. Estos daños se deben a la sequedad atmosférica que genera, la brusca elevación de la temperatura y los efectos destructivos de su fuerza. Todos estamos en alerta mientras dura el viento al ser conscientes de las altas probabilidades de que produzca focos de incendios. Su duración puede ser de varios días y las mayores frecuencias de ocurrencia de este, nuestro viento, corresponden a los meses en que los frutales, la vid y los olivos florecen. Pero aunque el Zonda nos ahoga es bienvenido en la región de Cuyo, ya que provoca nevadas en la cordillera que nos posibilitará disponer de agua durante el verano.