Aprendamos que la señal de Dios en Belén es la sencillez que se inclina. La señal de Dios es el niño. Éste es su modo de reinar. Viene como niño inerme y necesitado de nuestra ayuda. No quiere abrumarnos con la fuerza. Nos evita el temor ante su grandeza. El teólogo medieval Guillermo de S. Thierry dijo una vez que Dios ha visto que su grandeza, a partir de Adán, provocaba resistencia. Por lo tanto, Dios eligió una nueva vía. Se ha hecho dependiente y débil, necesitado de nuestro amor. Ahora, dice ese Dios que se ha hecho niño, ya no pueden tener miedo de mí, sólo pueden amarme. Contemplando el pesebre, creyentes y ateos, agnósticos e indiferentes, podemos ver a un Dios Niño que nos tiende los brazos. No está con un dedo índice levantado para juzgar sino con manos tendidas para abrazar. ¿Le daremos la espalda? Se dice que los hombres podemos admirar y adorar las realidades extraordinarias, pero que sólo podemos amar aquello que podemos abrazar. Desde la primera Nochebuena, Dios se deja abrazar porque es ternura y sólo la ternura salvará al mundo.
