Los inmensos eucaliptos y un parrillero roto son la única protección ante las inclemencias climáticas. Aún así, tres hombres decidieron elegir ese lugar como el sitio en donde vivir. En distintos momentos y por diferentes razones Oscar Carmona (53), Alberto Almeida (60) y Carlos Olaya (48) llegaron para quedarse en un terreno de la Municipalidad de Rawson, que es conocido como El Bosquecito, en la intersección de Calle 5 y Lemos, a pocos metros del Velódromo.
Los hombres sobreviven gracias a la solidaridad de algunos vecinos y cada tanto hacen una changa, como cuidar autos o juntar cartones para luego venderlos. Llevan viviendo en ese lugar entre dos y cinco años. Y, a pesar que les ofrecieron ayuda, dijeron que no quieren moverse de allí.
Oscar Carmona fue el primero que llegó a El Bosquecito. Este hombre eligió refugiarse entre los enormes árboles que hay en el predio. Vive allí desde hace 5 años, según contó. Con sólo un colchón que encontró en la calle y algunas mantas, el hombre dijo que soportó lluvias, vientos, frío y calor en esas condiciones. ’Mi única comida la compro cuando junto unas moneditas de cuidar los autos, de lo contrario pasan días y no como’, dijo Oscar, que aseguró no tener familia y que quedó en la calle cuando sus padres murieron. “Vivía con ellos en una casa que les prestaban. Cuando fallecieron, la casa volvió a sus dueños y me quedé en la calle. Fue cuando decidí venirme al campito”, dijo.
Oscar no sabe lo que es cenar, ya que contó que cuando tiene algún alimento prefiere ingerirlo al mediodía. ’Los días más tristes son cuando no tenemos pan’, agregó. Por lo general, el pan se lo llevan los vecinos que viven en la zona. El hombre contó que se higieniza en el canal que pasa por la esquina de El Bosquecito.
A pocos metros de donde tiene el colchón Oscar, están instalados Alberto Almeida y Carlos Olaya. Estos hombres aseguraron que viven allí desde hace casi dos años. Ellos armaron algo parecido a una cocina cerca de un parrillero. Una parrilla rota y una olla tiznada son los únicos elementos que tienen para preparar sus alimentos, cuando los tienen.
Lejos de usar el parrillero de ladrillo para hacer asados, estos hombres lo usan para cubrirse del frío, sobre todo por las noches. Duermen debajo de esta estructura muy deteriorada, con medio cuerpo a la intemperie. “Nos congelamos en las noches, pero nos acostumbramos. Nos tapamos con lo que sea’, dijo el mayor de los hombres, que tiene una herida en una pierna, por lo que casi no puede moverse. Mientras Alberto dijo que no tiene familia y que llegó allí después de separarse.
Carlos aseguró que cada tanto va a la casa de sus hermanos a bañarse. “Cuando no conseguimos alguna changa, nos la arreglamos con lo que nos dan los vecinos. No molestamos a nadie y no sé si me quiero ir de acá. Cuando hay actividad en el Velódromo sacamos algo de plata”, aseguró el hombre. Es que, según contaron, en varias oportunidades fue hasta el sitio, gente que dependía del Hogar de Ancianos para querer llevárselos, pero ellos no accedieron. “Sería cambiar mucho de vida. No me gusta estar atado. Acá nadie nos molesta”, dijo Carlos.

