Las bombas de estruendo se escucharon en lo alto; las banderas blancas y amarillas, y celestes y blancas, comenzaron a moverse; las campanas empezaron a sonar; y una lluvia de pétalos de rosas rosadas cayeron sobre la imagen de la Virgen de Fátima. Así comenzó la procesión en su honor, que se desarrolló ayer por la tarde en los alrededores de la parroquia que lleva su nombre, para dar cierre a la novena. En los festejos se destacó el baile y la alegría de los miembros de la Agrupación de Danzantes de Anta-Coya, que pusieron ritmo y color a la celebración.

Vestidos de blanco con vivos amarillos y rojos, con bastones en las manos y cintas blancas en la cabeza, los integrantes del grupo de danzantes comenzaron a mover sus pies desde el inicio de la caminata. Unas 40 personas, según las autoridades del grupo, bailaron al ritmo de los bombos y encabezaron la procesión. Y el sonido y la alegría que transmitieron se sintieron desde lejos e invadieron las calles.

Detrás de ellos, la imagen de la Virgen rodeada de flores y velas despertó la emoción de los fieles que se acercaban para tocarla, entregarle flores y ofrecerle plegarias.

El grupo de profesantes cantó y rezó durante todo el recorrido. Y fue acompañado por los vecinos de la zona, que esperaron el paso de la Virgen con globos de colores, flores, velas y guirnaldas, y que aplaudieron cuando la imagen pasó frente a ellos.

Cuando terminó la procesión, que duro casi una hora, las bombas de estruendo volvieron a escucharse, los pétalos comenzaron a caer nuevamente sobre la Virgen y las banderitas de papel volvieron a flamear. Después de los aplausos, monseñor Alfonso Delgado, que también participó de la peregrinación, fue el encargado de oficiar la misa que dio cierre a la Novena de Fátima.