Fusión perfecta. El impecable trabajo realizado por el equipo de la escuela de cine que funciona en la provincia quedó plasmado en lo que se proyectó en la pantalla gigante. No sólo fue escenográfica, sino que además sirvió para trasmitir climas.

 

Un arriero, 500 vacas perdidas y un milagro. Como si fuese una gigantesca pintura impresionista, con una tecnología cinematográfica impactante, comenzó el relato de la historia de una mujer que atravesó el desierto con su bebé a cuestas, en búsqueda de su esposo. Ella murió pero su hijo sobrevivió, porque aún en la muerte lo siguió amamantando. La puesta que se vio anoche en el Autódromo fue distinta. Una pantalla gigantesca que cobró vida y la devoción de una multitud de sanjuaninos sirvieron para dar muestra que la historia de la Difunta Correa está arraigada en cada rincón de la provincia. Así fue que “Deolinda Correa: Amor de Madre”, hizo que la gente aplaudiera de pie.

Bastaron 750 metros cuadrados de pantalla para que, por momentos, lo que sucedía en el escenario se confundiera con lo que se proyectaba. Un trabajo inédito e impecable realizado por quienes forman parte de la Escuela Nacional de Experimentación y Realización Cinematográfica, y que funciona en la provincia hace poco más de dos años, mostró que el talento sobra en San Juan y que el futuro de la realización audiovisual local tiene las mejores perspectivas. Así fue que el viento Zonda traspasó la pantalla, tanto como la luz mala y las imponentes imágenes del desierto sanjuanino. Todo para contar la historia de Deolinda.

Protagonistas. Los 30 chicos dejaron todo en escena. Con un profesionalismo impecable fueron los protagonistas de la primera parte del espectáculo. Entre ellos estaban una Deolinda y un Baudilio pequeños

La puesta en escena duró poco más de una hora. No se trató de una historia lineal, ya que el relato jugó con el tiempo. Con el milagro que un arriero le adjudica a la Difunta por haber podido encontrar sus vacas perdidas, comenzó el viaje por su historia. Así fue que en un constante juego entre la muerte y la vida y la naturaleza que se humanizó constantemente, Deolinda dio un mensaje de amor.

Toda esta historia fue contada por 318 artistas entre los que hubo bailarines, actores, acróbatas, expertos en artes circenses y callejeras, gimnastas, mucho teatro aéreo y hasta danzas urbanas. El rodaje que se proyecto en la impactante pantalla, fue el elemento crucial para dar unión a todas las escenas, además de tener protagonismo absoluto en distintos momentos donde los actores que estaban en el escenario también aparecían en la filmación. Por momentos fue como recorrer desde el aire el desierto sanjuanino.

 

Una historia de amor. En una segunda parte, Deolinda y Baudilio fueron interpretados por actores adultos. Fue cuando se relató la historia de amor y muerte.

 

La vida estuvo dada por la imagen de la aguada. Fue un despliegue de vestuario, movimiento y tecnología. Mientras que la muerte, asociada a la falta de agua y al viento Zonda que quema, llegó hacia los minutos finales. La obra tuvo escenas en las que se relataron momentos de la vida de Deolinda. En una primera parte fueron los 30 niños los que tuvieron total protagonismo. Una Deolinda y un Baudilio pequeños mostraron el amor por la naturaleza. Un amor que dio sus frutos cuando ambos crecieron. Luego tomaron la posta los actores adultos. Así se desarrolló la historia de amor entre los dos que fue opacada por la guerra, por el acoso y por las injusticias.

 

Impacto profundo. Antes del espectáculo, la presentación de Choque Urbano hizo estremecer a la multitud que estaba apostada en el Autódromo.

 

Una Deolinda sola, recién madre y acosada por el comisario Salinas, decide ir en busca de su marido. Entonces, la puesta en escena comenzó a tener sus tintes más tenebrosos. La luz mala que la confunde en el desierto, el viento Zonda que la eleva por el cielo, la falta de agua y la muerte con su hijo en brazos, fueron los momentos más dramáticos de la obra. Pero el milagro volvió a ser protagonista y tras la muerte de Deolinda y la supervivencia de su hijo, la vida volvió a ser la protagonista. La ficción se mezcló con la realidad cuando en la pantalla apareció Ruth Zeballos, la nieta del arriero que construyó la primera capilla en honor a la Difunta, a fines del 1800. Entonces tuvo lugar la devoción y lo que hoy implica el oratorio que está en Vallecito. Todo para concluir con ciclistas, caballos y promesantes, al compás de la cumbia.

 

Las típicas botellas de agua coparon el lugar, al igual que las casitas que distinguen el oratorio de la Difunta. Este año la puesta tuvo más interacción con el público que nunca. La idea fue que la gente también estuviese involucrada en el relato. Un relato que antes de empezar fue emotivo ya que antes del espectáculo, subió al escenario Ruth Zeballos. Luego, la música y un impacto de música y baile llegó de la mano de Choque Urbano que levantó a unas 100.000 personas de sus asientos. Pura energía para relatar la historia que pesa fuerte en la provincia.

 

Las botellas

2.500 fue la cantidad de botellas de agua que usaron para el espectáculo, esto además de las decenas de casitas, cintitas rojas y promesantes que recorrieron el lugar.