Las historias se repiten así las hayan contado decenas de veces. Es que escupir el dolor aliviana el alma de esas mujeres que empiezan a salir a flote gracias a las terapias grupales. En el Centro de Tratamiento Integral de Violencia, dependiente del Ministerio de Desarrollo Humano, una vez por semana funciona el grupo de autoayuda para mujeres golpeadas y allí ellas se escuchan, se hablan, se cuidan y se aconsejan. DIARIO DE CUYO intervino como testigo presencial en una de estas sesiones, en las que el dolor se muestra en carne viva pero en las que reluce que el miedo ya no las paraliza.

Estas terapias grupales ya llevan un año y medio y los especialistas afirman que es el tratamiento que más efectividad les ha dado. Las mujeres que participan del grupo accedieron a hablar delante de un grabador porque creen que pueden ayudar a otras, en una ola de hechos de violencia de género que incluye el asesinato de Carina Baginay a manos de su ex pareja, la semana pasada.

‘Yo ya llevo un año en la terapia de grupo y cuento los días para poder venir. Para mí, esto fue clave para poder salir del infierno en el que viví por más de 30 años. Llegué a tenerle tanto terror (a su ex marido), que me orinaba cuando lo veía. A mí pegó a los 15 días de casados y me lastimó durante años. Me dio tales palizas que me quebró varias veces los huesos y hasta perdí un ojo. Siempre oculté todo para que no se enterara la gente o para cuidar a mis hijos. Pero un día dije basta y me llevé mi vida de esa casa. Perdí casi todo por él, pero ahora estoy viviendo con plenitud. Salgo, me junto con mis amigas, tengo trabajo y soy feliz’, contó Perla.

Los grupos de autoayuda funcionan una vez por semana y las mujeres llegan a esta instancia luego de haber recibido un tratamiento individual, informó Vanesa Pringles, a cargo del Centro. ‘Cuando las mujeres maltratadas llegan al Centro primero reciben asistencia en forma individual, en un periodo que puede durar dos meses. Una vez que están listas para dar otro paso, empiezan con las terapias de grupo. Suelen estar entre seis meses o un año, antes de recibir el alta’, agregó Pringles.

Dentro del grupo, las mujeres se apoyan, refuerzan conceptos, se aconsejan y hasta se piden entre sí que se arreglen y maquillen, algo que por el acoso de los golpeadores dejaron de hacer. Ellas valoran más esas palabras porque vienen de otra persona que atraviesa o pasó por lo mismo. ‘Tomar la decisión de dejar a tu pareja es lo más difícil, porque no tenés dónde ir o cómo mantenerte. Pero yo lo hice porque la vida con él era insoportable. Me trataba mal delante de la gente, me insultaba, todo el día me peleaba. Yo empecé a encerrarme en mi pieza y a no querer vivir más. Hasta que un día no aguanté y me fui con mi hijo más chico, estuve en la calle, después en un refugio de Desarrollo Humano y ahora pude alquilar un departamento. Aunque él puso a mis otros hijos en mi contra, ya tres de ellos viven conmigo y me estoy acercando a los otros. Ese es mi objetivo, recuperar a mi chicos’, contó Cecilia, quien estudia peluquería.

No todas las mujeres que están en el grupo se separaron de sus maridos golpeadores, sino que algunas aún conviven bajo el mismo techo. Para eso también trabajan, para poder manejar la convivencia. ‘A veces, simplemente no podemos irnos, porque no tenemos un techo o un trabajo. Pero yo estoy aprendiendo a vivir con un loco, que me pegó y me maltrató toda la vida, pero que ya no lo va a hacer más. Me estoy haciendo respetar y no voy a soportar su abuso. No es fácil, pero acá me están enseñando que se puede’, confió Beatriz.