El Gobierno ha desplegado decenas de miles de militares y policías federales en amplias zonas del país y se ha anotado victorias contra los cárteles al capturar o matar a varios capos, lo que le ha valido elogios de EEUU. Sin embargo, estas capturas han derivado en la fragmentación de estas organizaciones en cárteles más pequeños y elevado la violencia entre sicarios y el nivel de espectacularidad de los crímenes, así como afectado a ciudades antes a salvo de la violencia como Monterrey o el balneario Acapulco.

Uno de los grupos más violentos es el de Los Zetas, formado con desertores de cuerpos de elite del Ejército, quienes eran el brazo armado del cártel del Golfo pero rompieron con éste a inicios del 2010 desatando un baño de sangre en estados como Tamaulipas, Coahuila y Nuevo León, cuya capital es Monterrey.

Los medios de prensa apuntaron ayer a Los Zetas, que según la fiscalía federal estuvo detrás de la matanza de 72 inmigrantes en Tamaulipas el año pasado. Los Zetas también están acusados de haber asesinado en junio del 2010 al candidato a gobernador por el opositor (PRI) Rodolfo Torre, quien se perfilaba como el más seguro ganador de los comicios estatales.