No fue fácil para Leandro Barrera llegar a la fama del fútbol y no extrañar a sus familiares, amigos y a San Juan. El período de adaptación fue duro para el sanjuanino, por las noches lloraba en el hotel donde en principio lo compartía con su comprovinciano Guillermo Pereyra, hoy en San Martín de San Juan. “Viví etapas muy tristes, llamaba permanente a mi familia, miraba fotos. Gracias a Dios de a poco lo fui superando, Guille también fue clave para en ese momento”. Luego comenzó el colegio, que en San Juan había dejado en segundo año de la secundaria, pero al poco tiempo abandonó. El día a día y la rutina del delantero era muy limitada, porque entrenaba todas las “mañanas, en la siesta dormía algo, iba al gimnasio y en las noches jugaba a la play, muy pocas veces salía. Por momentos se vuelve agotador, incluso ahora que estoy en San juan tengo que seguir varias rutinas también´, concluyó Leandro Barrera.
