Las gargantas parecían desgarrarse ni bien comenzaron a cantar la marcha de las Malvinas. Todo, mientras coordinaban cada paso al desfilar. Los niños, sentados en el cordón de la vereda, miraban asombrados a esos hombres con uniformes, con trajes, con boinas, con banderas y con muchas medallas colgadas en sus pechos. Mientras que a más de un adulto se le escapó una lágrima, sobre todo a los familiares de los caídos. Así se vivió el desfile de ayer, que fue muy corto pero muy emotivo, y se hizo para conmemorar los 30 años de la gesta de Malvinas.

Cerca del mediodía, la calle San Luis, entre Las Heras y España, estaba llena de gente apostada sobre las veredas. Algunas personas optaron por acomodares en la glorieta del Ferrourbanístico para ver mejor el desfile. Así, bastó una cuadra para que ex combatientes, familiares de caídos y varias agrupaciones del conflicto de Beagle, conmovieran al público y hasta los funcionarios que estaban en el palco.

Los más chicos se sorprendieron con el paso de los soldados del RIM 22, que portaban mochilas para la alta montaña, esquíes, y enormes fusiles. Pero lo que más aplaudieron fue a los camiones del Ejército. Por su lado, los más grandes se emocionaron con las lágrimas que corrían por los rostros de los veteranos y ex combatientes. Todo pasó rápido y en una cuadra.