El traslado de la bandera fue tan preciso como meticuloso, sin nada liberado a la improvisación. Fue un mecanismo perfecto que no tuvo fallas, luego de varios ensayos para corregir cualquier tipo de inconveniente. De hecho, casi dos horas antes del inicio del acto, frente al Museo Franklin Rawson, la última práctica obligó a un cambio de último momento. Pero lo más curioso que tuvo ese simulacro fue que entre tanta pompa, movimientos medidos milimétricamente y gestos adustos, los soldados hicieron una excelente mímica de cómo cargar una bandera invisible. Fue el hecho más llamativo que tuvo la previa de la ceremonia, que evidenció el perfeccionismo que buscó el RIM 22.
El ensayo con la bandera invisible (los efectivos hasta pusieron sus manos como si efectivamente fueran agarrando las manijas de la caja que contenía la insignia) incluyó todo el proceso: desde la extracción del estandarte desde una de las salas del museo, el camino por el interior del edificio, la salida, la colocación en el Jeep del Ejército y una breve marcha por la Libertador, siempre con la banda militar ejecutando con sus instrumentos distintas canciones.
Esa última práctica permitió que se percataran de una falla, que arreglaron inmediatamente. Es que los acordes de la banda militar (ubicada en la calle, frente al museo) tenían que empezar a sonar apenas los efectivos que llevaban la bandera dejaran los pasillos del Franklin Rawson y se mostraran en el hall del museo.Para eso, el encargado de la banda tenía que observar a través de una de las paredes vidriadas de la fachada del museo. Pero como su posición no le generaba un buen ángulo de visión, decidieron desplazarse unos metros al Oeste. Esto obligó a su vez a que la bandera saliera por la otra puerta del frente del museo, diferente a la prevista originalmente.
NERVIOS Y SEGURIDAD
Las horas previas al acto mostraron nervios y corridas por parte de los organizadores y cortes de calles en hora pico (a pocas cuadras se sentían los bocinazos de los automovilistas). Además, hubo un fuerte operativo de seguridad en el que la gente ni siquiera podía estar parada sobre la vereda frente al museo.
En los alrededores, en tanto, los alumnos de las distintas escuelas (unos 5.000) se desplegaban y lentamente empezaron a desenrollar largos paños celeste y blancos, que flanquearon el recorrido de la bandera. En tanto que un grupo de empleados municipales recogía hasta las colillas de cigarrillos y un camión con una barredora parecía sacarle lustre a la Libertador, por lo que todo brilló cuando comenzó el acto.

