Lo más llamativo. Para los visitantes, el mejor momento de la noche es cuando pueden observar la Luna y algunos planetas a través de un antiguo y gigante telescopio que está en la cúpula central.

 

A pocos kilómetros de la ciudad, la experiencia es impactante. No importa el frío que es más intenso en medio del bosque oscuro. Sólo importa descubrir la forma del escorpión en el cielo o distinguir una estrella de un planeta. En estos días, la Luna está en su mejor fase para ser observada y Venus llama tanto la atención como Júpiter, que está en el otro extremo. Durante varios minutos, con la cabeza hacia el cielo, da la sensación de realizar un viaje estelar. Esto, sin contar los cráteres de la Luna, que como un queso gruyere penetran la vista a través del telescopio. Esto es lo que se puede experimentar si se visita el Observatorio Félix Aguilar, que depende de la Universidad Nacional de San Juan y que está en Chimbas. Por primera vez abrió sus puertas en vacaciones de invierno para recibir a los visitantes.

Al lugar se puede ir desde las 19,30. Se llega por calle Benavídez y el ingreso al bosque es como de cuento de suspenso. No hay luces (para evitar la contaminación visual), pero se distingue fácilmente la enorme cúpula que se abre al cielo para dar paso al antiguo telescopio. El observatorio, que tiene fines didácticos ya que durante todo el año recibe a cientos de alumnos de distintas escuelas, tiene la mística de lo antiguo. Para ver las estrellas hay que posar el ojo en la lente, casi pegar las pestañas en el cristal y dejarse llevar por el espacio.

Unas 60 personas por noche, muchos niños, llegan al observatorio para vivir una experiencia única y a pocos kilómetros de la ciudad. Son recibidos por el profesor e investigador José Luis Navarro, que con su puntero láser no duda en compartir todos sus conocimientos. Atento a las preguntas de los más chicos o el asombro de los adultos, el profesor explica la magia que se ve en el cielo. La primera parte del recorrido se hace al aire libre ya que la idea es que los visitantes aprendan a mirar el cielo. Luego se pasa al interior del observatorio y lo mismo que observaron directamente, lo vuelven a ver pero a través de un telescopio que llegó al lugar en 1953. Así es que la gente se impacta al divisar claramente las cordilleras de la luna. Esta es la parte que más entusiasma a grandes y chicos. Pero el recorrido no termina allí. La opción de viajar en el tiempo sigue en el subsuelo cuando se ingresa al museo que contiene herramientas de observación, medición y registro que se usaban antaño. Mientras que en el ingreso al observatorio está la sala en la que se expone los instrumentos meteorológicos como termógrafos, hidrógrafos y barógrafos que datan de fines del siglo XIX.

 

El recorrido

 

Antiguo

Además de poder observar a través del telescopio, los visitantes pueden ver de cerca antiguas herramientas utilizadas en el mundo de la astronomía.

 

 

Al aire libre

La primera parte de la charla se realiza fuera del edificio del observatorio. La idea es que la gente aprenda a mirar el cielo, en vivo y en directo, sin instrumentos de por medio.