La compleja tarea de construcción y restauración de la Iglesia de San José de Jáchal estuvo atravesada por una innumerable cantidad de adversidades para los especialistas, que como correlato tuvieron una constante capacidad para superarlas. Según indicaron, el salvataje histórico fue un desafío no sólo arquitectónico, sino también estructural y artístico que implicó utilizar técnicas y procedimientos que nunca antes se habían aplicado en la provincia. Y que, indudablemente, dieron sus frutos: hoy el icónico templo de los jachalleros, que tiene más de 140 años, reabre sus puertas luego de una década de dudas y reparaciones. Y DIARIO DE CUYO accedió a su interior totalmente recuperado para mostrar, en exclusiva, lo que queda pendiente y la obra lista a la que podrán acceder desde hoy mismo los fieles.
Tan complejo fue el trabajo, que para la fundación de las columnas de los arcos fue necesario utilizar un sistema sin antecedentes en San Juan, que se denomina micropilotes, explicó Mauricio Guarnieri, desde la Dirección de Arquitectura y quien supervisó la obra durante todos estos años. "Son varillas de acero de una pulgada y media, que se insertaron en perforaciones de 6 pulgadas realizadas en las columnas. Entonces se llevaron los micropilotes hasta la profundidad de fundación, a seis metros, y se aplicó una lechada de alta resistencia. Luego hubo que hacer un anillo o blindaje a la base original, porque para la época de construcción no existía el cemento y se usaba cal como adhesivo", dijo el ingeniero.
Por otro lado, utilizaron mallas de fibra de carbono para reforzar las columnas y los arcos, que fueron erigidas con ladrillo en la década del 1870. Para ello fue necesario remover el revoque, colocar una resina y sobre esa sustancia asentaron las mallas de fibra de carbono, en forma vertical y horizontal. El objetivo fue reemplazar el hierro que esas estructuras no tienen, por lo tanto con esta técnica las convirtieron en sismorresistentes. Si bien ya las habían aplicado para la obra de recuperación de la exbodega La Superiora, la notable y gran diferencia fue que nunca antes se había hecho en un edificio centenario como el templo jachallero. Como dato especial, fue durante este proceso que descubrieron una tabla de madera de los carpinteros y albañiles que trabajaron en el lugar en 1902 (ver aparte).
La fachada, hecha con ladrillos y un ancho de 1,10 metros, fue intervenida y restaurada, a la vez que el resto de los muros perimetrales tenían un severo daño estructural, por lo tanto era imposible mantenerlos como tales. Sin embargo, los trabajadores dejaron tres paños de esas paredes a modo de recordatorio. Con 1,20 metro de espesor, esos fragmentos van exhibir los adobones y el tipo de traba que se usaba en el siglo XIX porque quedaron conservados entre bastidores metálicos y vidrios blindados, para apreciarlos sin dañarlos.
A su vez, también se destaca la restauración de los retablos, que son siete (cuatro corresponden al altar principal). Por empezaron realizaron un trabajo de consolidación importante y un equipo de restauradores de Jáchal trabajó durante mucho tiempo sobre la pintura y los relieves, para recuperarlos tal como estaban al momento del cierre del lugar. El cura párroco, Orlando Sánchez, también colaboró en este proceso.
"Han sido unos años de trabajo especializado y realizado con extrema precisión. Hubo muchas dificultades, pero supimos resolverlas a todas, incluso atravesamos un terremoto en una etapa muy compleja de la obra, además de la pandemia. Utilizamos máquinas especiales que no generan vibraciones, hubo que hacer replanteos y aplicar técnicas sin precedentes, en tanto que hay personas que pusieron tamaña tarea al hombro en forma anónima, como el jefe de obra, Marcelo Muriel, el capataz Gustavo Aguirre, las restauradoras, el padre Orlando, los proyectistas Ricardo Herce y Mary Zaldívar y los 60 trabajadores que en distintas etapas brindaron su aporte", destacó Guarnieri.
Técnica strappo
Para mantener el fresco del muro que estaba del lado Sur del templo, llamado El bautismo del Señor, fue utilizada una técnica de restauración que nunca antes se había desarrollado en San Juan, dijeron. Como esa pared debía derribarse, para mantener la pintura utilizaron la técnica strappo. Consistió en extraer la pintura con trapos embebidos en un material orgánico, que se apoyaron en el mural y la superficie cromática adherida se pegó luego en una placa cementicia, con el proceso inverso. Fue un trabajo lento, minucioso, que llevó un año.
Tabla y restos
A lo largo de estos tres años de trabajo y producto de realizar excavaciones en un lugar con tanta historia es que hubo algunos hallazgos. Por un lado, hallaron unos 50 restos óseos de humanos, de vieja data, incluso los de un sacerdote sepultado junto al altar en la década de 1750. Los recuperaron con personal de la Dirección de Patrimonio y del museo Mariano Gambier. En tanto, durante los trabajos en uno de los arcos hallaron un trozo de madera, una tablita que tiene una lista con los nombres de los trabajadores que intervinieron allí en 1902.