Ni por ser su cumpleaños Rocío Calderón tuvo un trato preferencial. Con el último aliento ayudó a sus compañeros a levantar 12 toneladas de hierro y madera para concluir con el armado de un puente alternativo al de Caucete, más bajo que éste, a un costado y casi apoyado sobre el lecho del río San Juan. Después de varios intentos, sin descanso entre uno y otro, lograron que la estructura encajara en la posición correcta. Ella es uno de los 350 militares que llegaron desde diferentes provincias para participar en el simulacro de terremoto del próximo viernes en ese departamento. Ayer se comenzó con la preparación de los escenarios de accidentes, uno de los cuales incluye la construcción de un puente sustituto que reemplazará al de la Ruta Nacional 20 que, supuestamente, se derrumbará a causa del sismo.

Tres horas de arduo trabajo, y los soldados no se detuvieron ni siquiera para tomar agua. A combazos, y haciendo postas, lograron que los tornillos de más de 40 kilos quedaran lo suficientemente firmes para sostener cada uno de los 38 paneles y traviesas de casi media tonelada de peso que formarían el puente de 35,5 metros de largo. A pesar de que tuvieron la posibilidad de tomarse cuanto descanso quisieran porque este puente recién se usará el próximo viernes durante el simulacro (ver aparte), quisieron hacerlo en 8 horas, tiempo que en circunstancias reales demora su construcción.

Los efectos del sol y la tierra se hicieron ver en el rostro de los soldados a eso de las 16 de ayer. Pero ninguno paró de transportar los durmientes de madera sobre los hombros ni siquiera para tomar agua y evitar que sus labios se resecaran. Fue entonces que el teniente coronel a cargo de la operación decidió intervenir. Con un "¡Mano derecha. Cantimplora. A hidratarse!", los obligó a tomar agua.

Segundos más tarde, los soldados volvieron a ocupar sus puestos. Dos de ellos lo hicieron corriendo y tomados de la mano, lo que provocó la carcajada de los curiosos que se acercaron al lugar. Los uniformados hicieron caso omiso de las risas. Están acostumbrados a desplazarse de esta manera porque pertenecen a una agrupación de ingenieros de la Armada que se encarga de preparar el terreno para poder asistir a las víctimas en caso de catástrofe. Se entrenan y trabajan de noche y en absoluta oscuridad, por lo que siempre caminan en pareja y tomados de la mano para no perderse.

El puente quedó listo. Y los soldados por primera vez dejaron de lado la formalidad y dieron rienda suelta a la satisfacción de haber cumplido con su tarea en tiempo y forma. Primero atravesaron el puente construido cantando una marcha. Y luego, tras gritar un "hip, hip, ¡hurra!, se revolcaron en la tierra para festejar.