La aparente serenidad de Gabriel Rocamora, un experimentado andinista, se rompió apenas aparecieron unos puntos rojo flúo entre el gris de los cerros. Eran los gendarmes de la patrulla de rescate que traían el cuerpo de su hermano Iván, el mendocino que el lunes a las 6 de la mañana sufrió una caída de varios cientos de metros y perdió la vida escalando el cerro Mercedario. Gabriel no aguantó más y caminó a su encuentro, despegándose de la camioneta de Gendarmería que, con bolsas negras en los vidrios de la cúpula, tenía los portones abiertos para guardar el cadáver. Entonces, metiéndose al agua y esquivando montes, llegó al grupo y, como en una especie de doloroso cortejo fúnebre, caminó detrás de la mula que llevaba a Iván envuelto en unas frazadas. Fue unos 200 metros más arriba del refugio Santa Ana, de Gendarmería, el último puesto con guardia que esta fuerza tiene en el camino al Mercedario. Allí esperó Gabriel a su hermano, antes de que fuera bajado a Barreal y posteriormente trasladado a la morgue del hospital Marcial Quiroga, para la autopsia.

En tanto, quien quedó en el cerro fue Gabriel Fava, el sanjuanino que acompañaba a Rocamora en la ascensión y quien, al cierre de esta edición, era esperado por sus familiares en Barreal (ver aparte).

El accidente que le costó la vida a Rocamora se produjo a unos 4.800 msnm, al sufrir una caída en una pared de hielo y rodar unos 800 metros, según altas fuentes vinculadas al operativo de rescate. Fue Fava quien constató la muerte y avisó por teléfono satelital. Entonces, se armó un operativo y ese mismo lunes partió un equipo de rescate de Gendarmería, junto a la novia de Fava, también andinista.

La patrulla llegó a Pirca Polaco el martes en la noche, donde los esperaba Fava. A las 4 de la mañana del día siguiente, subieron al glaciar donde estaba el cuerpo. Una vez preparado, movilizaron el cadáver usando diferentes técnicas, ya que debieron superar pendientes de hielo y roca de 70 grados, grietas y arrietas (grietas tapadas con hielo, llamadas falsos puentes), además de un intenso y helado viento.

Recién sobre las 20 de ese día, el grupo pudo llegar al campamento base. En todo ese proceso, Fava colaboró con los gendarmes. Una vez en Pirca Polaco, el andinista sanjuanino se quedó junto a su novia (y un grupo de mendocinos que subió el miércoles por si hacía falta colaboración), mientras que los gendarmes colocaron el cuerpo en una mula y durante la noche del miércoles y la madrugada de ayer avanzaron sin parar. A las 8,43 aparecieron en Santa Ana.

Iván venía cubierto con una frazada gris y sólo se veía parte de sus piernas. Una vez que se detuvo la patrulla, Gabriel rodeó varias veces la mula. Quería tocar a su hermano, mirarlo, escudriñó bajando la cabeza para intentar ver su rostro, vanamente. Era como si quisiera comprobar que fuera él, como si quisiera darle una última mirada en el lugar que era el amor de ambos, la montaña. Entonces, uno de los rescatistas se acercó y abrazó a Gabriel, en uno de los instantes más fuertes y emotivos del final del operativo.

El cuerpo fue sacado de la montura de la mula y Gabriel, cual si fuera un cajón, ayudó a los gendarmes a trasladarlo a la camioneta. Es más, el hermano se metió en la caja y allí, con suavidad y pese a la incomodidad del reducido espacio, acomodó los restos de su hermano, en un instante íntimo que los gendarmes respetaron.

Unos 20 minutos después, la camioneta con el cuerpo, la Renault Kangoo de Iván que había dejado estacionada en Santa Ana y un par de vehículos de gente allegada a Gabriel, emprendieron el regreso a Barreal. Se especulaba que anoche, al cierre de esta edición, el cuerpo sería entregado a las familiares tras la autopsia. Luego, sería trasladado a Mendoza.