Que Sarmiento era un hombre excepcional no cabe la menor duda y eso queda demostrado en la mayoría de los procesos históricos en los cuales tuvo participación. Un ejemplo lo constituye su actuación como embajador de Argentina en los Estados Unidos, ya que difícilmente podrá ser superado. El cargo diplomático le fue ofrecido por el Presidente Bartolomé Mitre en el momento que la argentina moderna recién estaba en vías de construcción y todo el mundo se habría dado por satisfecho si solamente hubiese dado a conocer el país en formación, obviamente hizo mucho más que eso.

Su llegada a Washington coincidió con el fin de la guerra civil que ha enfrentado, durante cuatro largos años a los estados del Norte contra los del Sur. El presidente Abraham Lincoln era un decidido antiesclavista y en gran parte es gracias a sus decisiones que el Norte se impuso en el conflicto y la abolición de la esclavitud triunfó a lo largo y a lo ancho del país. Pero Lincoln fue asesinado por un grupo de sudistas que no admitían la derrota. Precisamente en mayo de 1865, tres semanas después del asesinato, Sarmiento se hizo cargo de la embajada.

Una de las primeras tareas a emprender por el embajador, fue comenzar a acumular material para poder redactar una biografía del presidente asesinado. Trabajó en tiempo récord y para finales de año tuvo redactado el libro que se publicó en 1866. Es prácticamente el primer estudio que se publica en español sobre Lincoln y todavía puede leerse con interés y provecho. La base del trabajo es esencialmente documental y se citan extensamente, discursos, cartas, mensajes y otros documentos lo que demuestra la seriedad con la que Sarmiento realizó la tarea.

Lo que más admiró Sarmiento del pueblo estadounidense, es el espíritu ampliamente mayoritario, luego del fin de la guerra civil, de terminar con la existencia de la estructura estamental, propia de todas las sociedades americanas. Es decir eliminar los estamentos cerrados en los cuales se dividía la población y construir una sociedad más abierta y plural en la cual tuviese mayor vigencia el principio de que todos los hombres nacen iguales en derechos. A ese respecto la abolición de la esclavitud es algo que nuestro prócer admiró y aplaudió. Además concordaba plenamente con la idea de que el mejor instrumento para combatir las diferencias es dotar al país de un sistema educativo amplio y generoso donde puedan formarse todos. Al margen de los orígenes, color de piel u otro tipo de discriminación. Son ideas que pudo llevar a la práctica, cuando luego de ser embajador se convirtió en presidente de la República Argentina. Precisamente este ideario es el que mejor desmiente las acusaciones que tildan de racista y genocida a nuestro comprovinciano cuando en la realidad proyecta y construye un sistema educativo abierto y obligatorio para todos. Es precisamente la existencia de las escuelas públicas lo que ha permitido a nuestro país ser uno de los estados menos discriminatorios de América Latina, aunque todavía queda un largo camino a recorrer para eliminarla totalmente.

Admiró también el trabajo científico que se realizaba en las universidades estadounidenses, y en particular con una de ellas, la Universidad de Michigan, con la que estableció largos y fecundos contactos que se prolongaran incluso hasta mucho después de su partida de los Estados Unidos. Es esta universidad la que le proporcionó los astrónomos con los cuales creó el observatorio astronómico en Córdoba y la que en reconocimiento de su producción académica le otorgó a Sarmiento un diploma de Doctor en Derecho. Gesto que la mayoría de los argentinos se empecinó en olvidar prácticamente hasta el día de hoy. Es también con el apoyo de los universitarios y académicos del norte que pudo concretar la tarea de recibir en el país maestras estadounidenses dispuestas a trabajar durante largos periodos en Argentina, a fin de formar maestras criollas, que luego fueron las encargadas de enseñar a leer y escribir a nuestros niños. Las maestras que vinieron son mayoritariamente de los estados del norte, pertenecían a la generación que tenía hermanos, novios, amigos, muertos en la guerra civil llevada adelante para abolir la esclavitud. Eran maestras que estaban convencidas de alcanzar metas pedagógicas pero también políticas, porque edificar un sistema educativo abierto a todos implicaba un fuerte compromiso que viene de lo ideológico y desde lo político. El embajador Sarmiento, supo observar todo con ojo experto, distinguir lo mejor que había en Estados Unidos y vincularlo profundamente con nuestros intereses.Fue durante este tiempo en el que estuvo en Estados Unidos, cuando se enteró de la muerte de su hijo Dominguito, una situación que marcó el resto de sus días y que lo llenó de dolor. A pesar de esto, todavía este país no ha tenido otro embajador que se mueva con tanta destreza.