San Juan, una cuna constante de jugadores de vóleibol que abastecen a los mejores clubes y a las selecciones argentinas, nunca había obtenido una Liga Argentina a nivel de equipos. Parecía una contradicción para una potencia a la que UPCN le puso fin para esa espera el pasado 3 de mayo, cuando cerró la serie -al mejor de 7- con el triunfo ante Bolívar en el Estadio Aldo Cantoni y ante la presencia de 10.000 personas. Fue fiesta gremial porque tocó el cielo con las manos en su justo momento. Sabía que era su temporada luego del subcampeonato del año anterior. Sin embargo, nunca se animó a expresarlo en voz alta. Trabajó duro, armó un plantel con mucha experiencia y por eso fue el mejor y cortó la hegemonía de Bolívar. Costó mucho. Por momentos pareció imposible porque arrancó la serie perdiendo los dos juegos de local y ya lo daban por muerto. Pero fue a Bolívar, sacó pecho, empardó la final y la dio vuelta en el Cantoni. Pudo consagrarse de visitante, pero no hubiese sido fiesta porque necesitaba de su gente con la que festejó el 3 de mayo para recibirse de campeón, apoyado en la unión del grupo, olvidar las individualidades y sobre todo, tener en claro cuál era el objetivo. Fueron con humildad y terminaron como grandes.