Pasó un cuarto de siglo. Durante 25 años los trabajadores debieron mostrar su arte en diferentes lugares y el concepto de la conocida Feria de las Pulgas cambió: ya no sólo alberga a artesanos sino también a personas que se dedican a fabricar productos regionales, crear manualidades, tejidos y hasta transforman elementos industrializados. Según los antiguos artesanos, esa modificación hizo que la feria dejara de ser un lugar al que se iban a comprar artesanías, para transformarse en el paseo de compras más tradicional del domingo a la tarde para los sanjuaninos.
"Antes de 1984 los artesanos eran corridos de la calle, les sacaban la mercadería y los trataban mal. Esto llevó a que el gobierno buscara un lugar en el que pudieran exponer sus obras", cuenta Gladys Correa, quien era directora de Cultura de la provincia en los inicios de la democracia.
Así, por iniciativa de la Municipalidad de Capital, el 10 de abril de 1984 los artesanos estrenaron sus puestos en la Plaza Laprida. Y, como hasta el momento habían vagado de un sitio a otro, decidieron ponerle el nombre de Feria Artesanal de las Pulgas.
El artesano Carlos Cavalli, que tenía 24 años en esa época cuenta que "la plaza era una fiesta, había números musicales y la gente iba al lugar y compraba, se trabajaba muy bien".
Por su parte, Alfredo Aguiar recuerda que fue el primer artesano en llegar a la plaza el día de inauguración de la feria. "Tuve que esperar para armar mi puesto, ya que caía una fina llovizna, estaba ansioso", cuenta. Alfredo fue presidente de la Comisión de Admisión y dice que el control de los artesanos era muy estricto. "Se debían vender piezas de elaboración propia, no revender, íbamos a los talleres a comprobar el trabajo", dice. Y recuerda que eso cambió después: "La Comisión de Admisión dejó tener importancia y de a poco se comenzaron a vender diversos tipos de cosas".
Por ese motivo, aparecieron nuevos trabajadores y muchos otros dejaron de ir a la feria. "Teníamos criterios diferentes. Como cambiaba lo que se ofrecía cambiaba el público, por lo que algunos decidimos irnos", dice el hombre.
Con esas mutaciones, la feria pasó 14 años en el mismo lugar. Pero, por la remodelación de la plaza Laprida los artesanos tuvieron que irse. De manera provisoria se movieron hacia las veredas del Centro Cívico, aunque no dejaron de luchar por volver a ocupar su sitio original.
Alrededor de un año después, ante la demanda de un lugar estable, el municipio capitalino les cedió el predio en el que permanecen hasta hoy. En agosto de 1999 el grupo de trabajadores llegó a la plazoleta ubicada entre el ex Casino y la Facultad de Ingeniería, sobre calle Libertador.
Ahora, a 25 años desde su nacimiento, en la Feria de las Pulgas se puede comprar de todo. Además de las artesanías se ofrecen mascotas, plantas, tejidos, dulces regionales y hasta productos de cosmética. Y cientos de personas recorren los stands todos los domingos.
Mientras, los vendedores enfrentan un nuevo conflicto. Desde el municipio planean moverlos una vez más. El nuevo sitio al que los trasladarían está junto al Monumento al Deporte, a casi 300 metros de donde están actualmente. Pero los artesanos no están de acuerdo con la medida y, mientras esperan la decisión del gobierno juntan firmas para luchar una vez más. Igual que hace 25 años.

