Algunos están detenidos en el tiempo y otros se adaptaron a la tecnología. Pero todos tienen el mismo entusiasmo y amor al trabajo que hace casi medio siglo. Y a pesar de que en los últimos años los grandes supermercados hicieron que las ventas cayeran, ellos siguen levantando las persianas de sus negocios de barrio. Por eso, y por todos los recuerdos que les dejó una vida detrás del mostrador, Luis Tala, Hugo Gallardo y Nélida Narváez, contaron sus historias de vida con las que celebran el Día del Almacenero, que es hoy.

Luis Tala es jachallero y tiene 65 años. Heredó el almacén de su padre en 1965 y aún lo conserva. Las balanzas de pesas, las palitas para cargar pan rallado y las ventas de productos sueltos, son las características de su comercio que está en un viejo caserón de adobe, que era la casa de su abuela materna. El hombre, el único de la familia que queda en ese departamento, dijo que decidió seguir la tradición porque atender a la gente y ofrecerles lo que necesitan es hermoso.

Un poco más cerca de la ciudad de San Juan, Hugo Gallardo, es un ícono del barrio Palermo, mientras que Nélida Narváez lo es en Villa Krause, Rawson, desde hace más de 40 años.

Ambos cambiaron con el paso del tiempo y se animaron a adentrarse en el mundo de la cortadora de fiambres y en la balanza eléctrica. Y aunque aseguraron que fueron en su momento cambios duros, les sirvieron para darles un futuro a sus hijos.

Hugo tiene 73 años y desde los 18 atiende la Despensa La Abuela. Junto a su esposa, Ana María, aún abre todos los días, aunque hay veces que no respeta el horario a raja tabla. Mientras que Nélida, de 74 años, dijo que a pesar de que ya no se puede fiar, todavía tiene algunos clientes que llegan a comprar con la libretita y pagan a fin de mes.