Dos días a la semana, la biblioteca Franklin Rawson sufre un cambio que se percibe desde su umbral. El característico silencio es invadido por voces de niños. Son alumnos de Nivel Inicial y Primario, que copan un taller en el que dibujan, pintan, recortan y pegan elementos que tienen relación con el cuidado del ambiente. Concepto que aprenden tras ver videos, recibir charlas y hojear libros. Esta actividad se da por un convenio firmado entre esa biblioteca y la Secretaría de Ambiente.
Es difícil adivinar el color de los mesones del taller del primer piso de la biblioteca, cuando los niños trabajan sobre ellos. Es que los recorte y las hojas pintadas con fibras cubren todos los espacios. La situación se repite cada miércoles y jueves, cuando los chicos, que llegan de escuelas del Gran San Juan o de zonas alejadas como Ullum, usan su imaginación para mostrar qué saben sobre el ambiente.
Si el curso visitante está integrado por niños pequeños, las actividades se dividen entre pintar y rearmar secuencias y recortar imágenes de revistas para pegarlas y adornar una carpeta. En cambio, si el grupo está integrado por chicos que saben leer se hace trabajos de lecto-escritura o de armado de adornos con materiales reciclados.
Cuando llegan a esa instancia, los niños ya recorrieron la biblioteca y vieron un video sobre su historia. Además, observaron un documental sobre el cuidado del ambiente, hojearon los libros del rincón ambiental y hasta recibieron una charla en la que les explicaron la diferencia entre residuos orgánicos e inorgánicos.
Tras 2 horas la tarea termina y los niños se van con un compromiso: cuidar el planeta.

