Luisa Ana Maria Castro tenía 30 años y estaba embaraza cuando, por casualidad, se enteró de que era adoptada. No buscó respuestas en ese momento, sólo comenzó a analizar su vida y a detectar indicios que coincidían con esa historia. Pero los años comenzaron a pasar y su necesidad de saber qué había pasado realmente y quiénes eran sus familiares biológicos la impulsaron a buscar la verdad. Ahora, con 55 años y perdida en un laberinto sin salida en torno a la búsqueda de sus orígenes, decidió hacer pública su historia: "Sólo quiero cerrar la página", confió.

"A los 30 años mis papás nos confirmaron a mi hermano mayor y a mí (con quien no tengo vínculo biológico), que éramos adoptados. Es ese momento, mis papás no nos pudieron hablar mucho de esto, emocionalmente no estaban preparados. Después fallecieron. Mi hermano no quiero conocer sus raíces, pero yo sí necesito hacerlo", contó Luisa, quien vive en Neuquén y tiene una hija de 24 años. 

Años después de conocer la verdad a cerca de sus raíces, Lulu, como le dicen en su entorno, comentó a recabar información, preguntando a las personas que siempre habían estado cerca de su familia. "Por una tía, una amiga de mi mamá y el médico que me atendía cuando era niña, supe que no nací en el Hospital Rawson, pero que allí me entregaron cuando tenía unos 10 o 15 días. También, que mi mamá biológica era muy jovencita y pertenecía a una familia conocida, por lo que habían ocultado el embarazado y después me dieron", comentó la mujer.

Hija de madre neuquina y padre sanjuanino (llamados Soledad Salinas y Fernando Castro), ella sabe que nació en San Juan el 25 de septiembre de 1966 y vivió en la provincia hasta los 9 años. "Yo fui a dar con una familia hermosa, que me quiso un montón, que nunca hizo diferencia. Desde que nací, vivíamos en la zona conocida como Pasaje Márquez, en Santa Lucía. Era todo como una gran comunidad. Allí vivíamos 18 niños de distintas familias y compartíamos gran parte del día. Pero un día, de la noche a la mañana, mis padres nos dijeron que nos íbamos a Neuquén. En ese momento llegó al camión de la mudanza y, sin más explicaciones, nuestra vida cambió", contó Lulu. Y agregó: "Yo era muy chica, no me hice preguntas. Pero ahora lo pienso y fue todo muy raro".

El cambio de vida fue tan abrupto para ella que, sus problemas de salud, que habían comenzado desde pequeña y que afectaban sus pulmones y riñones, explotaron y su situación renal se complicó. "Pasé muchos días internada, estaba muy triste, y les escribí a mis vecinos de Santa Lucía, a quienes llamaba tíos, pero nadie me respondió", recordó la mujer.

Su estado de salud mejoró, ella creció, estudio para ser profesora de Inglés y conoció a su marido. Hasta los 30 años, cuando durante su embarazo conoció parte de la verdad. Al principio ella no quería averiguar, temía que sus padres de crianza tuvieran problemas legales. Pero con el paso del tiempo le ganó la incertidumbre.

"Entre el ’98 y el 2001, por cuestiones familiares, decidimos irnos con mi marido a vivir a San Juan porque allá estaba de nuevo mi papá. Reiniciamos nuestra vida, otra vez en Santa Lucía y teníamos una fotocopiadora frente a la Facultad de Ingeniería. Un día entró un hombre, me llamó ‘Graciela’ y empezó a hablarme convencido de que yo era otra persona. Me quedé helada. Pensé, debe haber alguien con quien tengo mucho parecido físico, pero todo quedó en la nada", relató Luisa.

Pero el agua y el clima de San Juan le jugaron una mala pasada, sus riñones comenzaron a fallar nuevamente y decidieron regresar al Sur.

"Yo aproveché ese tiempo que estuve en San Juan para averiguar. Mis tíos del Pasaje Márquez me dijeron incluso que ellos habían tratado de vernos a mí y a mi hermano cuando éramos chiquitos, pero que mis padres no se los habían permitido. La verdad, no sé qué habrá pasado en aquel momento", contó.

Ahora, sin encontrar más puertas para golpear, con una partida de nacimiento apócrifa que cita como sus padres biológicos a los adoptivos y sin encontrar mayores respuestas, la mujer decidió hacer público su caso.

"Yo no quiero iniciar un juicio contra nadie, no quiero dinero, ni siquiera pido una revinculación familiar. Sólo quiero saber quién es mi familia. Es muy duro, son muchos años de llorar por esto. Lo único que necesito es dar con la historia. Me queda ese huequito en el corazón de querer saber quiénes fueron mis padres biologicos y cuál habrá sido el destino de ellos. Seguiré buscando, porque dicen que quien así lo hace, encuentra", confió para cerrar la mujer.
 

* Si alguien tiene información sobre el caso y quiere comunicarse con Lulu, puede escribirle a su cuenta de Facebook Luisa Ana Maria Castro