Lo conoció en 1994, en plena campaña para elegir convencionales constituyentes para la reforma de la Constitución Nacional, y desde entonces fue su secretario privado, vocero y hombre de confianza. Raúl Sánchez (50) fue el más estrecho colaborador que tuvo el dirigente y en su memoria atesora los consejos que le daba el dirigente y no pocas anécdotas por haberlo acompañado en su carrera política.

‘Era hiperactivo, pensaba todo el día en la política y era muy detallista‘, recuerda Sánchez, quien va por su cuarto período como secretario administrativo del Comité Central del Partido Bloquista.

‘Era de buen comer, le gustaban las empanadas cantonistas con un buen vino tinto. Y cuando le tocó estar en Rusia, cada vez que venía había que organizarle un asado. Su corte preferido era el bife de chorizo‘, sostuvo.

Sus pasiones eran el fútbol, las motos y los caballos, ‘pero sobre todas las cosas amaba la política, su Partido Bloquista y a su familia‘, dice el dirigente.

Sánchez destacó que ‘una cosa que odiaba eran las deslealtades y era un tanto complicado con los horarios, no era muy puntual que digamos‘.

Una anécdota que lo pinta entero a Bravo, según Sánchez, fue cuando ‘era su aniversario de casados y en vez de estar con su esposa Laura, nos fuimos a un asado con dirigentes de Chimbas. Por supuesto que la vuelta vino el resto para los dos‘.

El ex secretario contó que por más ocupado que estuviera, siempre tenía tiempo para escuchar a algún afiliado o dirigente que venía con un problema. ‘Se pasaba horas en el partido atendiendo a los correligionarios‘, dijo.

Sobre el trato entre ambos, Sánchez contó que ‘muy pocas veces se enojaba. Pero si algo no le gustaba se discutía puertas adentro. Jamás me llamó la atención en público‘.

‘Por sobre todas las cosas era un hombre modesto. Me decía que había aprendido mucho de mí‘, dijo Sánchez.