Caminan rapidito, con sus carros cargados de termos y tortitas. Algunos ya los esperan, casi como un ritual que se repite mañana y tarde y rompe la rutina de los largos y monótonos días de hospital. Ellos son voluntarios que de lunes a sábado recorren el hospital Rawson repartiendo desayunos y meriendas a familiares de pacientes internados, una acción solidaria que nació en el seno de la Iglesia Jesús Es Esperanza y que sólo pretende ayudar al otro, sin recibir nada a cambio.

Todo empezó cuando al pastor Alberto Ruiz Alvarez, chaqueño pero radicado en San Juan desde hace 16 años, le avisaron que su hermano estaba internado en un hospital de Chaco. Durante 50 días lo cuidó junto a su esposa, a veces sólo bajo el refugio de un árbol y pasando muchas necesidades. Jorge, el hermano con leucemia, falleció, pero durante esos días nació la idea de ayudar a los familiares de internados, cuando volvieran a San Juan.

Entonces, alquilaron una vivienda cerca del Hospital Rawson, a la que llamaron Casa de la Misericordia, y al principio ofrecieron desayunos y meriendas ahí mismo, pero como los familiares no iban, decidieron ir a ellos a las habitaciones. Así, cada día preparan 20 litros de té o mate cocido (en invierno hacen café con leche) y embolsan más de 100 tortitas (una por una, por cuestiones de higiene). “Empezamos el reparto por Terapia Intermedia y después seguimos por Pediatría, Cirugía y Clínica Médica. Ya tenemos el listado de los familiares y cuando hay nuevos ingresos, les preguntamos si quieren recibir el desayuno y merienda. En general, tardamos una hora y media en completar el recorrido”, contó María De Vera, una de las voluntarias. “Esto lo hacemos por servicio, para ayudar al prójimo. Me enteré yendo a la Iglesia, vine y me gustó”, dijo Ezequiel Olivares, otro voluntario. Aunque son 30 personas que ayudan en la Casa de la Misericordia, el reparto lo realizan 6 voluntarios (tres por turno).

“Hace tres meses que cuido a mi hijo. Y ya me acostumbré a esperar a los chicos del té. Es como un mimo que recibimos todos los días”, contó Adriana Pérez, mamá de Leonel, internado por hidrocefalia.

La acción solidaria fue creciendo y así nació la Fundación Sonrisa, que canaliza las donaciones que permiten no sólo regalar los desayunos, sino que mantiene la casa que permite a los familiares de internados dormir un rato en una cama, usar el baño, prepararse un plato de comida caliente o simplemente usar la heladera. “También, si nos piden, ofrecemos una movilidad, o ayuda espiritual o dinero, no importa si nunca los vimos o no sean a la iglesia. Ya la gente en el Hospital nos quiere y nos conoce y eso es una satisfacción enorme”, contó Alberto Ruiz Alvarez.