Odiados por algunos, reclamados por otros, los reductores viales de velocidad siguen generando opiniones encontradas. El tema volvió al debate ante los nuevos que colocó el municipio de Capital en la zona urbana para obligar a que los conductores reduzcan la velocidad, especialmente en esquinas de mucho tránsito. A raíz de esta situación DIARIO DE CUYO realizó un relevamiento mediante el cual determinó que en la Ciudad conviven 7 tipos diferentes de reductores, y hasta 5 de éstos en un mismo tramo de apenas 4 cuadras. Especialistas en tránsito y temas viales coincidieron en que hay una saturación de estos elementos en la urbe, lo que genera más problemas que soluciones. En tanto que desde el municipio dijeron que los seguirán colocando porque los mismos vecinos los piden y que mantendrán los diferentes modelos de acuerdo a las necesidades de cada lugar.
La instalación masiva de estos sistemas de control de velocidad también genera posturas encontradas entre los vecinos que los solicitan y los conductores que deben atravesarlos. Los primeros están a favor, ya que los consideran ’efectivos’, mientras que los segundos aseguran que les ’destruyen’ los vehículos.
Lomos de burros de hormigón, pianitos, tortuguitas, pasos peatonales, bandas sonoras y lomos de burros prefabricados son algunos de los tipos de reductores de velocidad que invaden la ciudad y que mantienen viva la polémica entre los que están a favor como en contra de su uso. Algunos entendidos en la materia coincidieron en que resultan efectivos para que los conductores reduzcan la velocidad, pero que a su vez son un método violento para conseguir este objetivo y que pueden generar complicaciones. ’No es bueno llenar la ciudad con reductores de velocidad porque terminan por entorpecer el tránsito y generando congestionamiento y hasta colisiones. Sí considero que son efectivos, pero a costa de la comodidad del conductor y del buen estado del vehículo. Deben colocarse con el debido criterio y planificación. Hay algunos tipos que por sus características están diseñados para colocar en rutas y no en las calles de una ciudad’, dijo Jorge Martín, a cargo de la Dirección de Tránsito, Planeamiento y Movilidad, de la provincia, y del Observatorio de Seguridad Vial.
Los reductores viales de velocidad también generan polémica en otras comunas.
Por su parte, Aníbal Altamira, director de la Escuela de Caminos de la Universidad Nacional de San Juan, sostuvo que toda obra de ingeniería es efectiva siempre y cuando se haga con un estudio y análisis previo de la situación en particular. ’No sé cuál fue el criterio que tuvo la gente del municipio de Capital para la colocación de estos elementos de diferentes tipos y en gran cantidad, a lo mejor fue por una cuestión de costos. Este tipo de resaltos resultan muy agresivos y peligrosos si no se estudia bien el lugar donde se colocarán y el objetivo a cumplir. En la ciudad un colectivo tiene que atravesar varios reductores durante todo el día y termina dañado ya que no es una movilidad con buena suspensión’, dijo el ingeniero.
Por su parte Juan Manuel Magariños, director de Vialidad Provincial, se mostró totalmente en contra del uso de reductores de velocidad en zonas urbanas, considerando que esta medida es más perjudicial que beneficiosa. ’Los reductores de velocidad no sólo son destructores de vehículos sino también un elemento de alto riesgo. Con el tiempo pierden visibilidad y el conductor no puede identificarlos con la debida anticipación y termina frenando bruscamente cuando se topa con uno y hasta provocando una colisión con el vehículo que viene detrás. Creo que primero se debería trabajar en la educación vial antes que recurrir a este recurso para que el conductor maneje con responsabilidad. Es que en estos casos, en realidad, también se está perjudicando y castigando a los conductores que respetan los normas de tránsito y la vida de los demás’, dijo Magariños.
Ante la postura de estos entendidos en la materia, Jorge Oruste, director de Tránsito de la Municipalidad de Capital, dio explicaciones sobre la cantidad de reductores que colocaron en la ciudad y también de la elección de los diferentes tipos que se utilizó.
Dejó en claro que se colocaron por requerimiento de los propios vecinos y porque también resultan más baratos que los semáforos. ’Los vecinos piden los reductores de velocidad y nosotros analizamos la necesidad y si existe tal, los colocamos. No se hace al azar. Y los que se quejan son los conductores que deben atravesarlos.
Además, es más económico instalar estos elementos que colocar un semáforo que no sólo gasta energía, sino que también requiere de un mantenimiento permanente. Puede haber opiniones encontradas por los reductores, pero son efectivos’, sostuvo.
El funcionario también se refirió a la cantidad de estos elementos que hay en la ciudad y la atribuyó a la falta de consciencia de la gente. ’Los conductores se resisten a bajar la velocidad y entonces toman caminos alternativos para evadir los reductores. Lo único que hace con esto es trasladar a otra zona el problema y el peligro de conducir rápido. Nos vemos obligados a poner reductores en ese sector. Como en algunos lugares se circula a gran velocidad tuvimos que colocar reductores más agresivos para que la gente los respete’, sostuvo.
’Por fin se acordaron de los peatones’, fue lo primero que comentó Eduardo Quiroga, vecino de Capital, cuando tuvo que opinar sobre el reductor de velocidad que instaló el municipio sobre ambos carriles de calle Abraham Tapia, a metros del lateral de Circunvalación. ’Antes era imposible cruzar de un lado a otro de la Abraham Tapia porque nadie frenaba para darte el paso y todos venían a más de 60 kilómetros por hora y ni siquiera bajaban la velocidad para atravesar el cruce. Ahora se ven obligados a frenar para pasarlos. Para los peatones representa una seguridad pero para el conductor es un dolor de cabeza’, dijo el hombre.
El reductor que se colocó en este cruce se trata de un lomo de burro macizo, de 5 centímetros de altura, que atraviesa todo el ancho de la arteria y que obliga a los conductores no sólo a bajar la velocidad sino también a frenar para poder atravesarlo en primera y sin dañar el vehículo. Esto provoca congestionamiento de tránsito, frenadas y mucho malestar entre los conductores. ’Yo no sé que pretenden con estos obstáculo que ponen en las calles, sobre todo en una zona tan transitada como ésta. Encima que uno para poder circular tiene que tener todo en regla, lo que cuesta mucha plata, también tiene que gastar plata en arreglar llantas o partes del tren delantero por estos reductores’, dijo Luis Gómez, conductor.
DIARIO DE CUYO consultó a Antonio Luna, mecánico especialista en tren delantero para conocer qué de cierto hay en que los reductores de velocidad dañan al vehículo. Y fue contundente con su respuesta. ’El tren delantero de un vehículo sólo se rompe si se atraviesa un reductor a alta velocidad y no por atravesarlo varias veces a menos de 30 kilómetros por hora. Si se atraviesa sin desacelerar se dañan bujes, rótulas y amortiguadores’, dijo.
Velocidad
30 kilómetros por hora es la velocidad máxima a la que debe circular un vehículo para poder atravesar un reductor vial de velocidad para no dañar el tren delantero del vehículo.
De todo un poco
En calle Santa Fe, entre lateral Oeste de Circunvalación y Hermógenes Ruiz, tramo que abarca cuatro cuadras, hay 5 reductores de velocidad y de 3 tipos diferentes. Hay pianitos, lomo de burro in situ y bandas sonoras. Estas últimas están colocadas en tres sectores diferentes del trayecto. Los colocaron tras el desvío de tránsito que provocó la obra del ensanche de la Avenida Ignacio de la Roza.