En su segunda rueda de prensa desde que comenzó su mandato, en diciembre de 2007, Cristina Fernández, mostró ayer ante los medios un tono distendido, que no dejó traslucir las tensiones de una larga noche electoral.

Vestida con un elegante traje y maquillada en exceso, la presidenta apareció en la Casa Rosada, la sede del Gobierno, arropada por el jefe de Gabinete, Sergio Massa, y el ministro del Interior, Florencio Randazzo, para desgranar los resultados electorales.

Cristina, al igual que Néstor, es poco amiga de los contactos con la prensa.

La única rueda de prensa que había concedido hasta ayer fue convocada en agosto del pasado año, en plena crisis entre el Gobierno y el sector agropecuario.

Ayer, pese a sus reiteradas alusiones a la necesidad de buscar consensos para garantizar la gobernabilidad en el nuevo mapa político, en el que el oficialismo ha perdido la mayoría parlamentaria, Fernández no dio señales de cambios en su estrategia, ni en la forma, ni en el fondo.

En su comparecencia, que se prolongó algo más de una hora, Cristina dijo tener la sensación de que “al oficialismo lo interrogan” y pidió a los periodistas “memoria, rigor profesional y capacidad para reconocer los errores”.

Unos minutos antes de la hora establecida para el comienzo de la rueda de prensa, colaboradores de CFK convocaron a los periodistas que acudieron a la Casa Rosada a una reunión para anunciar que solo se permitirían nueve preguntas.

“¿Qué quieren, una conferencia de cinco horas, al estilo de (el presidente de Venezuela, Hugo) Chávez?”, respondió uno de ellos cuando los cronistas manifestaron sus quejas por las limitaciones de la convocatoria.

Después de arduas “negociaciones” entre los reporteros, de las que salieron consensuadas las nueve preguntas, la mandataria ingresó al Salón Sur de la Casa de Gobierno.