
Desde hace algunos días, la transexualidad está en boca de todos; ríos de tinta digital han escrito sobre la niña trans de 9 años que decidió pedirle a su maestra y compañeros del Colegio María Auxiliadora que la nombraran según su sentir y no su sexo. El paso de reconocerse plenamente como mujer, pese a tener -biológicamente- el cuerpo de un varón, es difícil: es sentirse encorsetada. Una sensación que no sienten aquellos que no son transexuales.
DIARIO DE CUYO habló con Angelina Bárbara Sánchez, una mujer trans de 26 años que pasó por las mismas dolorosas instancias a las que hoy se enfrenta la niña trans. La conversación, por cuestiones de tiempo y lejanía, ocurrió por la aplicación de WhatsApp.
El relato de Sánchez sobre la discriminación y la falta de comprensión social es tortuoso pero clarificador para entender la realidad de las personas transexuales, principalmente en el periodo infantil.
-¿Hubo un día en el que dejaras de reconocerte como varón y comenzaste a sentir como mujer? ¿Fue algo progresivo?
Jamás me sentí varón. Desde chica sentía que era una nena, hacía todo lo que hacía una nena. Tengo dos hermanas mayores y siempre jugaba con ellas a las muñecas, a pintarnos, jugábamos a las novelas, en las que yo siempre era la actriz.
Para los días festivos a mí me regalaban juguetes de varón y a mis hermanas juguetes de nena: yo jugaba con los de ellas. Siempre me sentí mujer. Un ejemplo, cuando me bañaba me dejaba la toalla envuelta en la cabeza como si tuviera el pelo largo y me ponía a bailar, imaginando que era una nena.
-¿Cómo conciliaste esto con tu educación formal?
De chica iba a un colegio privado sólo para varones, ahí la pasé muy mal. La relación era mala con compañeros, directivos, profesores. Ninguno de ellos me hizo la vida un poquito más fácil durante ese tiempo. Mis comportamientos no les gustaban.
Sufría discriminación por todos lados, siempre me llamaban del gabinete psicológico y me obligaban a ir a una psicóloga. Todas las semanas tenía que llevar un papel que dijera que había ido a terapia sino no podía ingresar al colegio. Mientras que, cuando había que formar grupos de compañeros nadie quería estar conmigo, en algunos casos, las profesoras obligaban a los chicos a incluirme.
En el recreo, cuando estaban jugando a la pelota, siempre me pegaban un pelotazo. Incluso, una vez, por pegarme a mí, rompieron un vidrio. Pero las autoridades jamás hicieron nada. Así fue hasta que, un gran día, el sacerdote le dijo a mi mamá que no me iban a recibir más.
-¿Qué pasó en ese momento? ¿Qué decidieron hacer tus padres?
Mis padres decidieron que empezara el año siguiente en otro colegio, también católico pero mixto. Ahí fue todo un poco más humano, aunque tenía que seguir yendo a la psicóloga. Me hacían problema porque me dejaba el pelo más largo y me ponía una invisible para que no se notara.
Lo peor fue en educación física. Yo tenía clases con los varones y, si bien no tuve ningún problema con ellos, no me sentía cómoda jugando al fútbol o al básquet con ellos. Yo miraba a las chicas y quería estar con ellas. No hubo caso, la única manera de estar más o menos bien con el resto de las personas fue aguantar años y años vestido de varón.
-Pensaste, en ese momento, en cuál podía ser tu futuro
Sí, yo no quería una vida en la que tuviera que recurrir al trabajo sexual para mantenerme. Si yo hubiera abandonado el colegio, esa hubiera sido mi vida. Entonces aguanté todo lo que pude hasta que me egresé. Incluso, recuerdo que unos meses después salió la Ley de Identidad de Género. Entonces un día me levanté y dije listo, hoy me voy al Registro Civil y hago los trámites y me cambio la identidad.
-Sé que es recurrente, pero ¿cómo reaccionaron tus padres?
Yo anteriormente había hablado con mi papá del cambio de identidad, sobre todo porque con mi mamá siempre estuvo todo más que bien, ella me entendía. Bueno, le había dicho a papá que quería cambiarme la identidad de manera legal, y él me pidió que esperara. Me dijo que qué iba a decir la gente. Y yo esperé lo más que pude hasta el día en que me fui a Registro, sola, presenté la documentación, y a los dos meses me llegó el nuevo DNI.
Fue justo cuando estaba por ingresar a la Universidad a estudiar Trabajo Social en la UNSJ -actualmente Angelina es egresada de la Licenciatura en Trabajo Social, es la primera mujer trans en recibir el título de esa casa de estudios-. En la Universidad fue todo excelente y muy humano, completamente diferente en la cuestión de género a las anteriores instituciones.
-¿Cómo fue llegar a tu casa y mostrarle el nuevo DNI a tu padre?
A mí papá le costo mucho, pero también tenemos que tener en cuenta el contexto donde él se crió. Mi papá es de una época donde esto se ocultaba totalmente. No es que no existía, esto siempre existió, pero se ocultaba no había ni una mínima ley que nos amparara, entonces no había otra opción. Entonces él se crió en ese contexto machista bajo las bases del patriarcado.
Por esto es que siempre entendí que le iba a costar aceptar esta realidad, pero, poco a poco, le fui desnaturalizando y deconstruyendo ese machismo. Hoy en día, para mi papá yo soy su hija Angelina y creo que, el tema que lo atormentó por años, hoy es su gran orgullo.
-Girando a un aspecto más interno, ¿cuál fue el momento de tu vida más difícil?
Para las personas trans, no sólo es difícil la lucha contra la sociedad para que nos acepte. Creo que una persona, después de sufrir tanto rechazo y discriminación, se hace una corteza y ya nada la daña. Lo que creo que es más difícil es luchar contra uno mismo, mirarse al espejo y no encontrarse, sentirse en un cuerpo que no es tuyo, ponerse ropa que no es tuya, mirar a tus hermanas y ver cómo se arreglan, como se perfuman, es un sufrimiento muy grande. Levantarte cada mañana, mirarte al espejo y no encontrarte, es lo peor que te puede pasar en la vida. Un sufrimiento que sólo las personas trans entendemos.
-Yendo directamente al caso de la niña trans de 9 años, y teniendo en cuenta tu experiencia y tu profesión, ¿qué opinas?
Creo que ha llegado en el momento indicado. Hay una ley que nos ampara, que es muy importante porque legalmente podemos reconocernos en nuestro género, cosa que no es para nada menor. Por otro lado, admiro la valentía de la niña para pararse frente a todos sus compañeros y decir que ella se siente mujer y que quiere que la llamen como tal. Pero es gracias al contexto en el que hoy vivimos. Gracias a actrices y novelas que introducen estas temáticas, que nos hace más visibles, por ejemplo.
Esta niña nació en un contexto adecuado y creo que, si bien va a sufrir muchísimo, no sólo por la discriminación externa sino por su lucha interna. Va a ser un camino muy largo para ella, pero creo que va a ser un poco más fácil. Además, me parece excelente el apoyo de sus padres. Y, es muy sorprendente que la escuela, que es católica, la apoye.
-Después de pasar por dos escuelas católicas, ¿qué papel crees que juega la religión en este caso?
Creo que la institución religiosa está perdiendo poco a poco su peso. Yo creo mucho en Dios, pero creo que la institución religiosa está enmarcada en el machismo y acá no juega ningún papel. Sobre todo, en ese caso, porque las personas trans no vamos al infierno. Las personas trans no elegimos serlo, nacemos así. Yo les aseguro que si esto -por ser trans- fuera una decisión, la transexualidad no existiría, porque nadie estaría tan loco o loca para sufrir tanto por un capricho o por una decisión.

Antes de cerrar la entrevista, Angelina aclara la necesidad de la implementación de la Educación Sexual Integral en las escuelas, y que está feliz porque, según su óptica, la sociedad ha avanzado mucho en lo relativo al género. Para finalizar, aclaró que cree que los compañeros de la escuela de la niña trans, la aceptaron de inmediato sin preocupaciones ni discriminación, y que fueron los padres -quienes crecieron en un contexto patriarcal- los que no pueden asimilarlo.
“Ellos crecieron pensando que la transexualidad no era normal” dijo.
A su vez, destacó la resiliencia como factor necesario para que las personas trans sostengan su lucha por la inclusión. “Basta por discriminación, eduquemos a nuestros hijos con los valores de amor, valentía y respeto”, cerró.
