En 1956 abrió sus puertas la empresa Angel D’Anna y Hermanos, con el objetivo de instalarse y adquirir trayectoria por su espíritu innovador. Fue la primera fábrica de soda en la provincia. Y la primera en el país en comercializar este producto en botella de vidrio, llegando a distribuir 400.000 unidades por año. Desde entonces su leitmotiv fue "Lo difícil se hace, lo imposible se intenta", y la primera lección por aprender para Eduardo D’Anna y Roberto Villafañez, los dos únicos miembros de esta familia que se animaron a tratar de mantener el prestigio y trayectoria de la empresa.

"Trabajar en una empresa familiar tiene sus pro y sus contras -sostuvo Eduardo D’Anna, hijo de Rosario D’Anna, uno de los hermanos fundadores de la empresa-. Lo bueno es que siempre vas a tener el apoyo de la familia cuando tomás una decisión equivocada o cometés algún error. Lo malo, es que nunca te felicitan por los logros obtenidos".

Y si de logros se trata, Eduardo dijo que ha cosechado varios durante los 16 años que lleva en la empresa, siempre en el marco de la innovación y con el apoyo incondicional de Roberto Villafañez, yerno de Angel D’Anna, otro de los fundadores, que también se incorporó a la fábrica hace 16 años.

En 1994 presentaron a los dueños de la empresa un proyecto para comenzar con la producción local de agua mineral para abastecer al mercado interno. El proyecto fue aprobado. Y la empresa nuevamente ganó prestigio por su perfil innovador. Fue la primera en desarrollar este rubro en la provincia.

"Sin duda que nuestro aporte fue valioso para la empresa, pero no tanto como la experiencia de mi padre y tíos -dijo Eduardo-. Durante la crisis del 2000 ellos nos obligaron a dejar de vender la producción a los mercados que habíamos ganado fuera de la provincia y el país. Nosotros no entendíamos la medida, hasta que nos hicieron ver que era más fácil continuar trabajando a media máquina que llegar a la quiebra y empezar de cero. Nos enseñaron que trabajando es la única forma de sobrevivir en tiempos difíciles".

Por su parte Roberto Villafañez dijo que fue un orgullo pasar a formar parte de esta empresa familiar. Dijo que cuando se casó con Myriam D’Anna supo que ingresó a una familia que cultivaba la cultura del trabajo y la habilidad para los negocios. Y que no fue sencillo aprender a sobrellevar la misión de hacer prosperar el negocio. Aunque siempre contaron con la experiencia y paciencia de sus fundadores. De todos modos dijo que nada de lo que puedan aportar las nuevas generaciones va a superar la labor de Angel, Rosario y Salvador D’Anna.

Tanto él como Eduardo D’Anna sostuvieron que sienten que aún no han cumplido del todo con la misión asumida y que les queda mucho por hacer. Y que por eso ya están trabajando conjuntamente en un nuevo proyecto innovador. Contaron que el año que viene festejarán el aniversario número 54 de la empresa con el lanzamiento de un nuevo producto nuevo que aún no se comercializa en el país.