Desesperación. Eso se pudo ver hace dos años y medio en el rostro de la mamá de Andrés Amaya, un joven que con 17 años no había terminado la escuela primaria y llevaba más de 6 años sumido en el mundo de las drogas. Hoy, el rostro de esa familia es otro: no pueden disimular el orgullo que sienten cuando escuchan que el joven que actualmente tiene 20 años tiene objetivos para su futuro y, sobre todo, lleva mucho tiempo sin consumir droga. Andrés recibió el alta y dice que ahora sueña con poder ayudar a otros jóvenes. Desde marzo de 2019 estuvo internado en una clínica en Buenos Aires, donde fue derivado por las autoridades provinciales luego de que su mamá le contara a este medio que ya no sabía qué hacer para salvar a su hijo. La rehabilitación de Andrés sale a la luz justo cuando a nivel nacional se debate (luego del caso Chano) lo difícil que es tratar a las personas adictas.
No le tiembla la voz cuando cuenta lo duro que fue vivir dos años y medio lejos de su casa. Sin embargo, cuando recuerda cómo fue su niñez y el principio de su adolescencia, no mira a nadie a los ojos. Con la cabeza gacha y como arrepintiéndose de lo que hizo durante mucho tiempo, dijo que sabe que la libertad que siente ahora no la sintió nunca.
Andrés comenzó a consumir droga y dejo la escuela cuando tenía 11 años. "Salía a la calle, con gente mucho más grande que yo, y no volvía en dos o tres días y cuando llegaba a mi casa lo único que hacía era pelear con mis hermanos. Ahora una de las cosas que más disfruto ir a visitarlos y que me reciban con un abrazo", contó Andrés, y dijo que durante su rehabilitación aprendió albañilería, carpintería y pintura, entre otras cosas. "Incluso ayudó a otros chicos y era como un referente", dijo Iris, una de sus hermanas.
En 2019, a Andrés lo conocían casi todos en Caucete, y eso era porque vivía en la calle y con problemas con los vecinos. Su mamá dijo que era conflictivo y se pasaba el día entero "jalando la bolsa". No sólo se drogaba con pegamento, sino que consumía marihuana y drogas sintéticas. Incluso, desde la familia del joven contaron, en ese momento, que ya habían pedido hasta que la Justicia interviniera porque tenían miedo de que lo mataran en la calle o que él le hiciera algo a alguna persona. Luego de golpear muchas puertas y contar públicamente su historia, Andrés recibió la ayuda que necesitaba.
"Cuando me fui era todo muy raro, porque allá tenía horarios para todo, pero la verdad que poco a poco fui acostumbrándome. Estuve mucho tiempo sin salir, hasta que empecé a trabajar con un coordinador del centro de rehabilitación. Él me enseñó hasta a hacer un cielorraso. Era lindo, porque yo tenía mi plata para comprarme, por ejemplo, mi ropa. Eso era algo que nunca había experimentado", dijo y contó que una de las alegrías más grandes que le dio a su mamá fue terminar la Primaria. Aunque admitió que tiene la deuda pendiente de hacer la Secundaria.
Si bien el joven dijo en varias oportunidades que los dos años y medio que vivió en Buenos Aires fueron duros, sabe que ahora que está de vuelta en su casa comienza un nuevo desafío.
"Volví a Caucete y me encontré en la calle con los que eran mis amigos en ese momento, y me invitaron a fumar. Les dije que ya no hago eso y fue extraño para ellos. También encontré a otros que me decían que era un asustado o que ahora me hago el sano, pero opté por no darle trascendencia a eso", relató y contó que cuando vio desde afuera la vida que él llevaba hace dos años y medio no deja de sorprenderse. "Me gustaría ir a ayudar a otros chicos, poder contarles cómo hacer para salir de las drogas. Mostrarles que se puede tener valores, que no todo en la vida es como nosotros pensamos y que hay que tener respeto y tolerancia", dijo. Y concluyó que está eternamente agradecido de su familia, que en ningún momento, ni cuando él les robaba para drogarse, le soltó la mano.