El viento sopla a más de 100 kilómetros por hora. Poco antes de llegar al Portezuelo de la Mujer Muerta, llama la atención un círculo de piedras perfectamente delineado al costado de la huella. Dicen que es energético y que fue construido por alguna cultura aborigen que habitó la zona. A pocos metros, un par de guanacos pasea como haciendo saber que son los amos del lugar. Las nubes rozan los pies. Da la sensación de haber atravesado el cielo cuando se supera los 4.500 metros de altura. Las huellas del paso del hombre hace siglos, los animales en perfecta armonía. Así es San Guillermo, la primera Reserva de Biósfera del país y el paraíso de los científicos de todo el mundo. Es allí donde el ensamble de la fauna es perfecto. Los carnívoros nativos se alimentan igual que hace miles de años. Un panorama que no se repite en otro lugar de Sudamérica. DIARIO DE CUYO pudo atravesar la Reserva, que está en Iglesia, de Sur a Norte y ver cómo es el lugar y qué hacen para protegerlo. Hoy se cumple un año de la inauguración de dos refugios en ese lugar.

Para llegar hay dos posibilidades, tan distintas como atractivas. Por el Norte, se entra por la localidad de Guandacol, que está en La Rioja. El camino está en buen estado ya que es mantenido por las empresas mineras que están haciendo exploraciones en el lugar. Los cerros rojizos, los inmensos salares, los flamencos rosados y las curvas interminables entre las montañas no dejan descansar la vista ni un segundo.

Por el Sur, se ingresa por la localidad de Angualasto y hay que bordear el Río Blanco. Sólo se puede llegar en 4×4 porque hay que atravesar ocho veces el río. El acceso del Sur es para los que quieren aventura y el ideal para el verano ya que en invierno el Norte está cubierto de nieve. Aunque las crecidas suelen cortar el acceso, entonces San Guillermo se queda aislado.

No es fácil transitar la huella, pero el paisaje vale todo esfuerzo. La Quebrada de la Alcaparrosa, el llano de San Guillermo, son apenas una muestra de la belleza que puede encontrarse más adelante. Estos lugares fueron la musa inspiradora del poeta sanjuanino Leonidas "Chiquito" Escudero.

En la Reserva, todo es extremo. El paisaje imponente, difícil de registrar hasta por las mejores de las cámaras fotográficas. El clima, con temperaturas que van de los 15 grados bajo cero a los 20 grados en menos de 24 horas. La altura, capaz de adormecer los sentidos a más de 5.000 metros. Y al menos 9 horas de travesía en vehículos 4×4 para llegar hasta el refugio que está en Las Majaditas. Los cerros El Toro, El Fierro y algunas nieves eternas son testigos de la dura travesía que tienen que emprender los visitantes. Piedras, curvas, contracurvas, senderos de cornisa hacen que se desbarate hasta el vehículo más duro.

Por el Sur se llega al refugio que está en Lavadero, a 3.600 metros de altura y cuyo principal objetivo es evitar la caza furtiva de guanacos y vicuñas. Desde siempre, el fantasma de esta reserva es la cacería de animales que están en vías de extinción. Estas especies abundan en el corazón de San Guillermo. Y atraen tanto a los visitantes como a los cazadores. Tanto como lo hacen las lagunas de altura, los restos incaicos y las tamberías aborígenes.

Desde hace una década, la Nación y la provincia trabajan en conjunto para asegurar la protección de la mayor concentración de camélidos silvestres de la Argentina, en el sector más austral de la Puna. Pero el hecho más destacado de San Guillermo es la coexistencia de estos dos grupos de camélidos. Ambas especies lograron una adaptación particular en ambientes que superan los 4.000 metros de altura. A esto se suma que el aislamiento del lugar hace que muchas especies sean endémicas, es decir que vivan únicamente allí, como sucede con especies de lagartijas y margaritas. Este mismo aislamiento mantiene virgen San Guillermo.

Los que atraviesan las entrañas de San Guillermo dicen que es como un amor a primera vista: impactante y con mucho por descubrir. Hay quienes aseguran que es porque las piedras parecen convertirse en agua por el efecto del Sol, o porque las estrellas se desploman entre los cerros, o porque el gato andino jamás se deja ver. Es por la magnitud de los cóndores que surcan el cielo o por las aguas termales que brotan cerca de las nubes, que esta reserva se transforma en un santuario de la naturaleza, único en la provincia.

Casi un millón de hectáreas conforman la Reserva de Biósfera San Guillermo. Contiene la Reserva Provincial y el Parque Nacional San Guillermo. Todas, denominaciones que tienden a proteger la zona y hacer todo lo posible para que la armonía natural no se modifique. Es por eso que hay tres refugios. Dos pertenecen a la provincia y uno a Parques Nacionales. San Guillermo es como un gigante impenetrable. Es la única Reserva de Sudamérica en la que no hay comunidades humanas habitando el lugar, salvo por los guardaparques y los agentes de conservación que tiene Medio Ambiente.

(Fotografías: gentileza Subsecretaría de Medio Ambiente).