‘Una vez me drogué tanto, que me desperté en el Marcial Quiroga con dos tajos en la cabeza que nunca voy a saber cómo me los hice. Varias veces sentía que había tocado fondo, pero volvía a caer. Hasta que después de tantos problemas, me mandaron a un centro de recuperación en Buenos Aires. No voy a decir que fue fácil, pero hoy siento que estoy totalmente recuperado. Antes no hacía nada y tenía tiempo para pensar en qué consumir, pero hoy trabajo tanto que me faltan horas del día‘, contó Federico Ojeda (20). Él es un ex adicto a las drogas que salió de ese mundo para darse una nueva chance: y vendiendo semitas y pan encontró el camino, según dijo.

‘Empecé con 70 semitas que hice en un horno de barro y ahora hago 400 semitas por día, vendo pan casero, pan dulce y empanadas. Y para Navidad voy a hacer pollos rellenos, aprovechando que estudié para chef. Antes de Nochebuena quiero vender lo que nunca antes‘, agregó el joven.

Federico vende sus semitas y pan caseros en lugares en los que ya ha se hizo conocido, como Tribunales, la Central de Policía, Tránsito o cerca del Hospital Privado.

Todos los días se levanta a las 5 y empieza con el amasado y las diferentes horneadas, mientras que a las 16 vuelve a encender el horno para vender la panificación en su casa y también casa por casa.

PASADO DIFÍCIL

‘A los 13 empecé a drogarme porque ya a esa edad callejeaba mucho. Con los tratamientos uno se da cuenta que todo empieza por algo y aunque mi mamá me ayudó mucho, yo creo que me faltaba contención. Consumí desde marihuana a cocaína, pasando por pegamento y pastillas. Creo que de niño me metieron como 20 veces a comisarías y ya de más grande, debo tener unas siete entradas. Casi todas las veces fue por pelearme en la calle y hacer disturbios‘, contó, y además aclaró que jamás hizo algo ‘pesado‘ para juntar dinero para drogas.

Antes de los 15, Federico contó que su mamá lo llevó al Proyecto Juan. ‘Estuve 1 año, 8 meses, 23 días y cuatro horas y media. Lo recuerdo muy bien porque el alta me la dieron el día que nació mi hermana. En el Proyecto Juan me fue bien y estuve un año sin consumir, pero volví a caer‘, relató.

Federico, el cuarto de siete hermanos, todo el tiempo habló de la ayuda de su madre, Mariela. ‘Yo soy muy impulsivo, practiqué boxeo y reconozco que no lograba contenerme y me peleaba en cualquier lado. Pero además, mi mamá si me veía lastimado o me aparecía en la casa, por ejemplo con una bicicleta que no era mía, me agarraba y me llevaba a la comisaría, para que averiguaran si estaba metido en algo o devolver lo que no era mío. Ahora, a la distancia, me doy cuenta que mi mamá hizo lo que tenía que hacer y nunca me apañó en nada‘, contó.

EL CAMBIO

La vida de Federico dio un giro antes de los 18. ‘Ya me estaba pasando con las drogas y la calle y me internaron en Casa del Sur, un centro de rehabilitación en Buenos Aires. Ahí me cambió la vida. Como siempre me llamó la atención la cocina, pedí darles una mano a los cocineros. Y era muy loco porque después era un castigo para mí si no me dejaban ir un día. Una vez, les hice un almuerzo a todo el equipo terapéutico como agradecimiento y cuando les estaba sirviendo el postre, me dijeron que me iban a pagar un curso de chef. Lo hice y me quedan dos materias para recibirme‘, dijo.

Volvió a San Juan, conoció a Yésica, su pareja, y como no encontraba trabajo, un día su suegra le dijo que se animara a hacer semitas. ‘Salí a vender, con mucha vergüenza y pocas esperanzas. Y como a la hora, ya no me quedaba ninguna. Al otro día hice un poquito más de masa y así empecé. Hoy ya tengo una amasadora y estoy pagando un horno. Todo el día estoy trabajando y para Navidad voy a largar una promo de pollo relleno, empanadas, ensalada y pan casero. Ya me pidieron 80 promos y voy por más. Ese día quiero trabajar sin parar y celebrar así la Navidad. Sé que no es fácil, pero de las drogas se sale. Yo ahora digo: el que se droga es porque no se quiere‘, contó el emprendedor.