El panorama era apretado: lo único que se veía era un triángulo marcado por las luces de la movilidad. Al costado, todo negro. La ruta había desaparecido debajo de la nieve, que a esa altura se había transformado en hielo. Y caían pequeños copos que dificultaban aún más la visión. Esas condiciones, por la noche, en la cima del camino por El Colorado, para salir de Iglesia y volver a la ciudad, transformaron la situación en un peligro extremo. Seguir por allí se hizo imposible para la movilidad de DIARIO DE CUYO, que se encontraba en el lugar. Por lo que tuvo que volver y tomar el camino de cornisa y montaña que une Iglesia con Jáchal, enfrentándose a otro peligro: la nevada copiosa que hacía patinar las gomas al borde del precipicio.
Durante el día, los carteles indicadores de la ruta cubiertos de nieve fueron objeto de las fotos. La nieve acumulada en el piso se prestó para chapotear. Los copos que caían y se acumulaban en la ropa y el pelo eran llamativos. Y el paisaje se veía como un regalo de la naturaleza. Pero, de noche, todo se volvió en contra.
Después del día de trabajo había que volver a la ciudad y el camino más corto era El Colorado. Ni la Policía ni Gendarmería estaban cortando el tránsito y ya no nevaba. La subida hacia el camino comenzó tranquila, con la nieve acumulada sólo a la orilla. Al avanzar, comenzó a verse la nieve sobre el asfalto, pero en el medio de la calle estaban marcadas las huellas de los vehículos que habían pasado más temprano. Y seguirlas hacía más fácil el tránsito. Pero, de repente, la ruta quedó completamente cubierta de nieve y luego de hielo. La movilidad seguía el camino lentamente. Hasta el resbalón: la camioneta se corrió y los frenos no la detuvieron. Se movió hacia el costado, se fue de punta a la banquina y el motor se detuvo. "De acá no la sacamos más", dijo el conductor. Pero la suerte jugó a favor. La combi arrancó y volvió a la ruta.
A partir de ahí, el dilema: seguir el camino o volver. El chofer salió del vehículo para analizar la situación y descubrió que no podía mantenerse en pie porque se resbalaba en el hielo. Bajar El Colorado en esas condiciones era un riesgo demasiado alto. Por lo que decidió volver y tomar el otro camino. Girar en medio de la ruta congelada costó y recién cuando la movilidad quedó paralela a la calle y sus luces apuntaron a la orilla, se vio el cartel que indicaba "El Colorado, 2.376 metros". Hubo que volver despacio, pero ir alejándose de la cima era como estar cada vez más a salvo.
Tomar el camino que une Iglesia con Jáchal también tuvo su complicación. La ruta también estaba nevada, pero todavía no había hielo. El principal enemigo en ese lugar era la nieve que caía copiosamente y que, sumada a la oscuridad, impedía la visión a un más de un metro de distancia de la trompa del vehículo. La otra dificultad era la imaginación, saber que a la derecha del camino estaba la montaña y a la izquierda el precipicio puso los pelos de punta a los ocupantes de la combi. Allí, no había posibilidad de dar marcha atrás, sólo quedaba avanzar despacio y encarar cada una de las curvas. Los nervios hicieron que el camino se hiciera extremadamente largo. Pero la situación de tensión aumentó la satisfacción al salir a la ruta 40 y pisar el asfalto limpio. Y, por supuesto, dejó la sensación de no querer ver nieve, al menos, hasta el invierno que viene.

