A pesar de que fue feriado, la gente hizo cola, pero no para pagar impuestos, sino para entrar a la pileta. Mientras tanto, quienes habían alcanzado la meta y pretendían mostrar un clavado tenían que pedirle al resto que les dejara lugar en el agua. Y para los chicos usar los inflables en un espacio tan reducido fue casi una misión imposible. Con ese nivel de concurrencia, la pileta del Camping de Rivadavia se transformó en el espacio más requerido para dar batalla al calor.

Durante la siesta de ayer, en el ingreso se juntaban hasta tres vehículos que aguardaban para entrar al espacio verde. En la pileta, la situación era aún peor. Los grupos de amigos y las familias esperaban en fila para pasar la ducha que les permitiría entrar y tener lo más deseado: un refresco. Aunque adentro del agua tampoco tenían mucha libertad, ya que por la falta de espacio los empujones iban y venían. Mientras tanto, en el sector de los parrilleros algunos se enfrentaban cuerpo a cuerpo con la alta temperatura, pero con ciertos trucos. Como reforzar la sombra de un árbol colocando un gazebo debajo y hasta conectar un ventilador para que diera aire al interior de la carpa mientras se tomaban una siesta.

Muy cerca de allí, en el reservorio de agua de la Quebrada de Zonda (donde está prohibido nadar), se refrescaban los niños cuyos padres descargaban conservadoras repletas de hielo con bebidas de todo tipo.

Los clubes también fueron lugares de encuentro y búsqueda de respiro, aunque con menos asistencia. Desde el Jockey Club, por ejemplo, contaron que, a esa hora, esperaban tener mayor cantidad de visitantes de los que se veía. Pero que seguramente llegarían más tarde, cuando empezara a caer el Sol.