Por cada año que pasa, el 21 de setiembre fue, es y será siempre un renacer para la juventud y junto a ella el inalcanzable dominio de todo el ímpetu y la energía puesta de manifiesto; es más, no tendrá comparación con cualquier otra etapa de la vida. Sin embargo parecería que aquella expresión de que la juventud es "’la enfermedad más corta”, sigue siendo la expresión que cercana a la misma realidad, no puede eludirse fácilmente. Quizás, todos queramos ser jóvenes de alguna manera. Sólo los niños quedarían eximidos de este deseo.

¿Por que hablar entonces de un renacer? Justamente porque siempre está la posibilidad de renovarse y de volver a realizar todo aquello que de alguna manera quedó inconcluso.

Recientemente el Papa Francisco ha dicho a los jóvenes… "quiero que hagan lío”, es decir, se hagan notar, que provoquen situaciones para buscar la paz, la justicia, hacer un desorden para que resurja lo nuevo, tener que vérselas con situaciones que el joven tiene que enfrentar, respondiendo a sus fines cristianos.

Ahora bien, ¿Es posible que el joven con sus solas fuerzas e ideales pueda cumplir con ese mandato? Creemos que es posible, siempre y cuando la orientación de un mayor responsable esté presente, cuando la imagen de un sacerdote lo acompañe, en definitiva cuando se asocie con alguien que como ejemplo le ayude a ver el camino. Al joven sólo, le resultará un problema enfrentarlo todo, o una verdadera complicación tener que tomar una decisión sin experiencia de vida.

Sin una continua orientación la juventud puede desviar su rumbo por lo que mantenerlo con alegría y festejos diversos no significa evadir responsabilidades u obligaciones. Muchos jóvenes creen por largo tiempo que ser popular trae amigos y grandes compañeros, no sea que los problemas lo invadan y le quiten el pensamiento.

El intercambio de opiniones y vivencias de estos debe ser compartido por los padres quienes no deben desconocer las relaciones de sus hijos pues, ocultarlas no es ser mayor ni dejar de tener intimidad sino que puede significar el comienzo de actividades prohibidas.

Ser joven independiente requiere de experiencias concretas en la vida y no el ejercicio desmedido de la libertad que termina en compromisos que no se pueden asumir y que concluyen por entorpecer el desarrollo de la juventud.

Nuestros jóvenes tiene un particular modo de ver la realidad sería conveniente cotejarla con la manera de observar la misma desde la óptica oriental, una cultura milenaria que vale la pena sostener.

-Aprender sin reflexionar es malgastar la energía que merece ser aprovechada para ganar amigos. -Un joven apurado, no trata de verse en el agua que corre, sino en el agua tranquila, porque solamente lo que en sí es tranquilo puede dar tranquilidad a otros.

-Saber que se sabe lo que no se conoce, constituye el verdadero aprendizaje para la vida y el verdadero saber para el conocimiento. -La virtud no habita en la soledad, cada joven debe tener compañeros y saber conseguir amistades sin aislarse.

-No hay imposible que no pueda realizar pues la fuerza de la juventud le permite construir su futuro. -La educación hace que seamos todos diferentes y que nos alejemos cada vez más del egoísmo.

Esta forma de ver de otras culturas lo que la juventud implica nos hace compararla con aquella de referencia para nuestra cultura occidental.

Los jóvenes constituyen el presente y el futuro no sólo de sus vidas sino también de la Iglesia, por ello el joven debe asumir los consejos de los mayores y poner en práctica sus habilidades personales. Es imperativo que cada uno de ellos merezca una atención constante y permanente pues que a un padre se le pierda un detalle de su hijo puede traer graves consecuencias.

Nuestros jóvenes tienen importantes criterios morales para juzgar los actos equívocos, sólo para reforzar su forma de ver y decir es necesario dedicarse al trabajo y la reflexión pues los frutos de ello lo podrán ver en un futuro.