Mariano Sisterna, uno de los médicos del grupo, andaba como niño con chiche nuevo mostrándoles a los periodistas el cardiodesfibrilador semiautomático, un aparato complejísimo que ocupa no más espacio que un maletín chico y que cuesta unos 130.000 pesos. Lo exhibía, explicaba cómo funcionaba (+en caso de que me pase algo a mí+, justificaba) y hacía algunas pruebas de medición de ritmo cardíaco e impresión de electrocardiograma. Pero nunca pasó de la demostración. A lo sumo, pudo usar un par de veces otro aparato de Salud Pública, de los que hay +dos o tres+ en todo el país y cuya función es tomar el aire del ambiente y, por un mecanismo electroquímico, expulsar sólo el oxígeno para que lo respiren las personas apunadas. Ni qué decir de los equipos de cirugía que llevaba: durmieron todo el viaje. +Por suerte -dijo Sisterna- esta fue la edición más simple de todas, en la que menos tuvimos que trabajar los médicos. Y si nosotros tenemos poco trabajo, es porque los gendarmes hicieron todo previniendo accidentes+.

Sí fue común el uso de sueros y sales hidratantes, dado que el clima de la cordillera es muy seco y fueron frecuentes los golpes de calor. También hubo que suministrar paracetamol, por algunos de los síntomas del mal de altura. Uno de los chilenos se lastimó un dedo pescando y lo atendieron de inmediato. Y un periodista que se torció un pie sacando fotos se aplicó su propia crema antinflamatoria, así que hubo complicaciones cero.

La situación incluso estuvo al borde de lo cómico: quienes más inconvenientes tuvieron fueron los propios médicos, pero uno (el gendarme Sebastián Carabajal) porque se cayó de la mula y otro (el propio Sisterna) porque su animal lo dejó a pie antes de la subida de El Espinacito, pero intacto.

En todo momento, los organizadores destacaron el +éxito+ de esta edición del cruce. El gobernador Gioja y el intendente Lima todas las noches pedían puntualidad en la salida, y a cada llegada agradecían que se hubiera cumplido al pie de la letra. Esto hizo que las jornadas de cabalgata no se estiraran demasiado, ya que de por sí eran extenuantes (el grupo avanzaba sobre sus mulas, en promedio, entre 8 y 10 horas diarias).

En eso tenía mucho que ver también el desempeño de los gendarmes y de los experimentados jinetes y empresarios Raúl Menegazzo y Humberto Romero, además del diputado Julio Coll y el propio Lima, quienes durante cada avanzada iban y venían sobre sus animales arengando a todos y asistiendo a quien lo necesitara. Y el propio Gioja era el primero en levantarse a las 6 de la mañana, para arrancar con los preparativos, salvo las jornadas en que el cantante Rulo Arredondo se le adelantaba y, parado en medio del campamento, se ponía a gritar +¡arriba, soldado Gioja! ¡levantesé, cabo Lima!+.

+El año pasado costó muchísimo armar la llegada al límite con Chile, éramos muchos y todos querían llegar primero, así que no respetaban la hilera y salían disparados como indios+, confió un organizador del cruce. En la edición 2009 habían participado más de 80 personas, por eso este año la comitiva se redujo a poco más de la mitad.