Francisco Emanuel Segovia tiene 31 años, pero su vida no es la de cualquiera de su edad. La hidrocefalia con la que nació, una serie de malformaciones y los ataques de epilepsia que aún sufre lo dejaron sin la posibilidad de hablar claramente, caminar y comer por sus propios medios. Sin embargo, Norma, su madre, es su pilar.

 

Ambos viven en una construcción hecha en el fondo de una vivienda, que les prestan en el barrio Cabot. Y los cuidados que el joven necesita los obligan a estar todo el día juntos, lo que complica que Norma pueda trabajar afuera del hogar. “Con el plan Jefas de Hogar pude pagarme un curso de peluquería, pero no puede salir a trabajar y acá, donde vivimos, no tengo espacio ni condiciones para hacerlo”, relató la mujer, que confió que toda la vida luchó por tener una casa para compartir con su hijo, pero nunca lo logró.

 

Aunque conoce todas las dificultades que tienen, “Panchito”, como todos lo conocen, se aferra a la vida a través del amor. El amor hacia su madre; su mascota, un perro chiguagua llamado Pepito; y hacia cada persona que se cruza en su camino. “Él ha llegado a hacerme abrazar a un indigente en la puerta del hospital. Lo vio, lo saludó y le dijo ‘que Dios lo bendiga’. El hombre se puso a llorar”, relató Norma, orgullosa de los valores de su hijo.

 

Juntos, madre e hijo, relataron su historia a DIARIO DE CUYO.