El turco en la neblina Si el hombre es dueño de lo que calla y prisionero de lo que dice, va de suyo que Antonio Mohamed ha quedado prisionero de los efectos colaterales de su incontinencia verbal. O, en todo caso, de su incontinencia verbal en torno a un tema cuya entidad pudo o debió haberlo conducido a una cierta mesura. Gran tema el del tiempo y la forma con que debe expresarse una verdad. Pertinencia, que le dicen, la cualidad de ajustarse a la demanda de las circunstancias. “Antes de mandar al descenso a Huracán me voy del país”, dijo Mohamed en horas no tan lejanas, contemplando que en la última fecha de la temporada el equipo que dirige, Independiente, se las vería con su adorado club de Parque Patricios. Pensó en voz alta, entonces, Mohamed, o acaso haya dicho lo que dijo porque descontaba lo que en realidad descontaba la abrumadora mayoría de la comunidad futbolera: que Huracán perdería la categoría antes de medirse con Independiente en Avellaneda. Pero quisieron las derivas del Torneo Clausura, los producidos de Gimnasia y Esgrima La Plata, de Quilmes, de Huracán; quiso el destino, si queremos verlo así, que los dos descensos directos y los cupos para la Promoción dependan de los resultados de este fin de semana. Y en una cultura futbolera tan proclive a la suspicacia, y en horas de singulares brumas, empezando por las de la AFA, con tanta sospecha vivita y coleando, aquella reflexión de Mohamed, dicha medio en broma, medio en serio, ha cobrado dimensión de bomba de tiempo. Hasta la misma formulación gramatical lo condiciona, hasta el uso de la primera persona del singular lo empuja al ojo de la tormenta, porque en realidad los que el sábado podrían mandar al descenso a Huracán son los jugadores de Independiente. Ellos, los jugadores de Independiente, serían la gota que colme un vaso, el de Huracán, descuidado desde hace bastante tiempo y sin gravitación de Mohamed, ni por acción ni por omisión. Pero que Mohamed hubiera llevado a un estatuto así de dramático la posibilidad de que él conduzca al equipo capaz de mandar al descenso a Huracán, germina el suelo de deducciones en esa misma frecuencia y por carácter transitivo contamina el aire de malas noticias. Si Huracán venciera a Independiente crecerían como hongos la sospechas de entrega (que el DT convenció a sus propios futbolistas para que jueguen para atrás en aras de su confort espiritual) y si por el contrario ganara Independiente quedaría frente a los seguidores de Huracán como una suerte de traidor a la patria. Quién sabe si finalmente se le da el Bingo más soñado (que Independiente le gane a Huracán pero también Boca le gane a Gimnasia), pero de momento, Mohamed, el Turco Mohamed, anda perdido en la neblina de un sincericidio puesto a plazo fijo.
