Por Carla Coppari – Periodista y asesora de imagen

 

En menor o en mayor medida tanto los hombres como las mujeres, aún los que no siguen las tendencias vanguardistas, les gusta verse bien frente al espejo y ante los demás. La ropa está íntimamente ligada a los estados anímicos y una buena imagen repercute en la autoseguridad y la autoestima.
Vestirse mal no es no combinar correctamente los colores o los estilos, sino "forzar’ la moda sin contemplar el tipo de cuerpo o la edad que se tiene.
Cualquiera puede vestirse bien, y el poder adquisitivo no es un impedimento, ya que pueden armarse equipos con poco dinero y renovando lo que se tiene en el placard. Lo importante es ser honesto con la propia silueta, y al momento de comprar ropa hacerlo con una mentalidad globalizada: teniendo en cuenta los ambientes donde uno se mueve, el trabajo que se realiza, los quehaceres y responsabilidades cotidianas y por supuesto el carácter personal.
A mis clientes siempre les "exijo’ salir de su zona de confort, es decir correr el riesgo de verse con colores y diseños que jamás han usado y pensaron que no lo harían. Y al hacerlo comprueban que pueden verse más jóvenes, más modernos, más estilizados en algunos casos, y que en este proceso no perdieron identidad, por el contrario se sienten más confiados en sí mismos, porque el entorno les devuelve una mirada más complaciente, lo que los motiva a renovar su cabello, adelgazar (si era una tarea pendiente) y comenzar a cuidar más su aspecto general.
Buena parte de las no son concientes del enorme potencial que tienen, están limitados a tipos de prendas en particular, de colores determinados pero saben que pueden verse mejor, lo que les da el punto de osadía justo para animarse a intentar con looks nuevos y sorprenderse con la extraordinaria imagen que comienza a devolverles el espejo”.