Y en una de esas Boca le gana a River, porque el fútbol es así, y alguien podría llegar a creer que hay futuro, que Abel Alves es el indicado para conducir, que el club tiene el mejor plantel, como sigue sosteniendo Jorge Ameal (ya son muchos quienes lo mencionan por el apellido de un ex presidente de la Nación, socarronamente).

Alves pide “actitud” y está bien pero es el caso de ir pensando también en la “aptitud” porque si al equipo le llegan tres veces y media y le meten tres goles, si la valla es la más vencida del Clausura, si hay un solo triunfo en nueve fechas, si el fondo de la tabla está a tres puntos, no todo será cuestión de “huevo”, como suele decir la tribuna.

No, señores, al fútbol se juega, en primer término con fútbol. Apoyándose en el compañero, haciendo lo más fácil, arriesgando la pelota sólo donde se debe y nunca donde no se debe.

Que todos los rivales corren más que Boca es cierto y es grave. Pero Riquelme, que muchas veces es el más castigado, sigue siendo quien más compromiso muestra. En Victoria jugó un primer tiempo casi bueno y eso que no tenía a nadie que lo ayudara. La pidió, la tuvo, la distribuyó, hasta llegó a las puertas del arco.

Hay malos momentos individuales. Palermo fue como si no estuviera en la cancha. Gaitán ahora, cuando encara, no pasa. Chávez transmite confusión y desde los volantes hacia atrás nadie ofrece solidez pero esos malos momentos más bien parecen la consecuencia de lo que viene sucediendo y no la causa.

En estos casos, el técnico puede apelar a elegir a sus jugadores y respaldarlos aunque no se gane o bien hacer lo que hace Alves: cambiar, cambiar y cambiar. Cualquiera de las dos posturas es legítima y ni una ni otra ofrecen garantías. Por ahora, a Alves le va mal con su forma, sus constantes golpes de timón lo que han hecho es acrecentar las inseguridades.

No es verdad ese clisé según el cual los clásicos los ganan los que llegan peor. Cualquier estadística seria demostrará lo contrario, por lo general ganan los que llegan mejor. Lo que ocurre es que cuando uno que llega mal gana, eso queda mucho más fuertemente instalado en la memoria. Y sorpresas el fútbol ofrece a raudales.

Hasta hace unas pocas semanas, el consuelo de tonto para Boca era que River estaba peor pero ahora la taba se dio vuelta. Por lo menos, los “primos” ganaron sus dos últimos partidos como locales y sin goles en contra. Si el fútbol se definiera por antecedentes, Boca no estaría ni para salir a jugar. La llama de esperanza es que todas las rachas se cortan. Sin ir más lejos, ¿cuánto hacía que Tigre no ganaba en Victoria? Y un día, ganó.

Por Raúl Armando Pérez / Agencia DyN