Por Silvana Alicia Peralta, doctora en Ciencias de la Educación, docente de las cátedras Investigación Educativa y Práctica Profesional Docente de la carrera de Ciencias de la Educación de la Facultad de Filosofía, Humanidades y Artes de la UNSJ. Además es docente del posgrado en la Especialización en Docencia Universitaria.
"Las Ciencias de la Educación analizan el rendimiento académico de los alumnos a partir de una multiplicidad de factores. Es un fenómeno multicausal, en el que intervienen aspectos vinculados a la trayectoria social del alumno, a las prácticas institucionales, a las prácticas docentes, entre otros. No obstante, desde hace bastante tiempo, la organización y elección del horario escolar, estuvo asociado a criterios diferenciales respecto de la inteligencia del alumno. Expresiones y prácticas tales como "en la mañana la cabeza está más fresca"", "en la mañana van los que le da la cabeza”, "los de mejor promedio”, "en la mañana los conocimientos entran más fáciles", y el contraejemplo en el turno tarde, dan cuenta de una concepción de inteligencia medible, cuantificable y el correlato con un estilo de aprendizaje lineal y por acumulación.
En oposición a estas concepciones con raíces positivistas, las investigaciones educativas de las últimas décadas han señalado que los sentidos y significaciones sobre lo educativo se construyen en relación a las concepciones que se sustentan acerca del aprendizaje, del conocimiento, de la inteligencia, del alumno y la escuela. Así, desde enfoques pedagógicos críticos, el alumno es concebido como ser activo y protagonista de su proceso de aprendizaje. Este proceso se realiza por sucesivas construcciones y desconstrucciones de saberes previos y nuevos saberes, en el cual a través de un movimiento espiralado conocemos y significamos aquello que nos enseñan.
En el caso del horario escolar, a veces las preferencias por uno u otro turno, se orientan por cuestiones organizativas de la vida familiar de los alumnos. Otras, las representaciones sociales construidas sobre "ir a la mañana” o "ir a la tarde” se naturalizan en el sentido común de los agentes sociales y condicionan las decisiones familiares e institucionales sobre el momento más adecuado para aprender y transitar exitosamente por la escuela”.
