Los lunes, miércoles y viernes son los mejores días de la semana para el grupo. Es cuando pueden dar rienda suelta a sus dos pasiones: remodelar ropa y ayudar a los más carenciados. Se trata de voluntarios de Cáritas de Albardón que tienen un taller de reciclado de prendas para donar y que, sin ser expertos en costura, se las ingenian para rediseñarlas para darles un toque distintivo o transformarlas por completo. Dijeron que cuando comienzan los fríos es la época de mayor trabajo.
Llegó un nuevo bolsón con ropa donada y Ángela Flores, la líder del grupo y directora de Cáritas de Albardón, lo abre rápido con la esperanza de que haya prendas tejidas o sacones de los que se pueda aprovechar aunque sea una parte. Es que desde hace un par de semanas comenzaron a armar acolchados para repartir entre los adultos mayores que atraviesan una mala situación económica.
Ángela no sabe coser, pero organiza los roles para optimizar el uso de recursos humanos y colabora con la remodelación de las prendas. "Nos falta experiencia de costureros, pero nos sobra entusiasmo. Acá nada se tira, todo se reutiliza, aunque parezca imposible. Un par de mangas rotas de una blusa sobran para hacer servilletas por ejemplo. Pero, en esta época, lo que más nos interesa es hacer acolchados para los abuelos que la están pasando mal", dijo la mujer.
Ni bien llega al taller de Cáritas que funciona al lado de la Parroquia Nuestra Señora de los Desamparados, Claudia Muñoz enchufa la máquina de coser. Sabe que le espera un día de trabajo intenso, ya que es la única que sabe usarla. Es que aprendió costura para hacerle la ropa a sus siete hijos y poder contribuir con la economía doméstica. Sus hijos crecieron y sigue cosiendo, pero ahora para personas desconocidas. "Me hace bien poder ayudar a gente que la está pasando mal. Por eso, combino mi trabajo de empleada doméstica con el voluntariado en Cáritas, y haciendo lo que me gusta que es coser", sostuvo la mujer.
Liliana Mejía es la más joven del grupo (38), por lo que le atribuyen mejor vista y pulso, y por eso le encomendaron una tarea de precisión. Es la encargada de "cuadrar" los retazos para armar los acolchados. Con una regla y un trocito de jabón mide y marca los cuadrados en la tela para luego recortarlos. Cuenta con la ayuda de Antonia Carrizo, también con buen pulso, quien además se encarga de combinar los colores de los retazos para crear una prenda armoniosa, y de elegir detalles de flores o cintas para agregarle un toque distintivo a las prendas. "Mucha de las prendas que nos donan son antiguas y buscamos actualizarla sobre todo si son para niños o jóvenes. Para ellos es muy agradable recibir una pollera o campera con diseño antes que algo sin color ni detalles", dijo Antonia.
Sobre la mesa hay un par de pantalones de jean muy rotos que son imposibles de refaccionar. Pero algunas partes sirven para hacer fundas para almohadones. Pero, las chicas no tienen tiempo ni fuerza para desarmarlos ni quitarles los cierres y botones. Por suerte, llegó Eduardo Caballero, otro de los voluntarios que trabaja en este taller y que se encarga de estas tareas. Y por un motivo muy especial. Puso en marcha un merendero en la Capilla María Auxiliadora, en Las Tapias, donde también funciona un taller de costura. Pero que no tiene máquinas de coser. "Vengo los tres días a la semana a este taller de Cáritas para ayudar a desarmar ropa y para que me cosan en la máquina las prendas que arreglamos en Las Tapias. Es una forma de ayudarnos entre todos y, de esta manera, poder llegar a más gente que nos necesita", sostuvo.
Doble destino
La ropa que reciclan y remodelan en Cáritas de Albardón se distribuye entre las familias de muy bajos recursos y se vende para recaudar fondos que se destinan a la compra de mercadería para prepararles la merienda a los adultos mayores que necesitan ayuda.