Como una aventura de película, tuvieron que trepar estrechos senderos, deslizarse por el cerro empinado y atravesar algunas quebradas para al fin llegar al lugar tan ansiado: la Cueva de las Brujas. Este fue uno de los sitios que más impactó a los chicos y a los papás que se animaron a acompañarlos ayer al día de trekking.
Sorprendió la cantidad de niños que participó de la actividad. Todos atentos y entusiasmados, acataron cada consigna del guía. La idea fue hacer el recorrido, que duró poco más de una hora, sin tener problemas. De paso, los guardaparques les fueron explicando sobre la importancia de preservar el lugar que es área protegida. Con entusiasmo y sin decaer un solo instante, los niños pisaron fuerte la tierra arcillosa, que con el cansancio se hizo cada vez más pesada. Sin embargo, cada sector fue un impacto para la vista. Primero la cueva fantasmagórica, luego el río que tuvieron al alcance de la mano.
Ordenados y por grupos, caminaron por los senderos, subieron, bajaron y sortearon obstáculos naturales, como si caminar por la montaña fuera una actividad cotidiana. En pocos minutos, los fríos cuerpos entraron en calor y las mochilas comenzaron a sobrar. Risas, preguntas y mucho entusiasmo fue lo que primó en los grupos de los más chicos que fueron guiados por varios coordinadores especializados en montaña. Algunos chicos hasta se atrevieron a contar que esa actividad era más divertida que estar con la tablet y expresaron el deseo de repetirla.
Hacia el final del recorrido, el agua nieve comenzó a penetrar los rostros y los chicos aceleraron el paso. Cuando llegaron al punto de partida, pasadas las 16, se encontraron con la mejor recompensa: mate cocido bien caliente con semitas. También repartieron pasas y agua para hidratarse.